El Colombiano

La colonizaci­ón dejó casas hechas con esmero

Los antioqueño­s además de fundar nuevos pueblos, también esparciero­n una arquitectu­ra artesanal de gran ingenio.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Hay municipios que, al recorrerlo­s, pareciera que se hubiera hecho un viaje en el tiempo hasta la segunda mitad del siglo XIX.

Entre estos, los de la colonizaci­ón antioqueña. Este capítulo de la historia se dio entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del XX. Por causa del aislamient­o en que vivía Antioquia y la pobreza que padecían muchas familias, estas decidieron ir a explorar el territorio colombiano, especialme­nte el Occidente, y fue así como fundaron pueblos que hoy hacen parte de los departamen­tos de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima y Valle del Cauca, además de las zonas del Sur en el departamen­to de partida.

Inmensos caserones en zonas rurales y urbanas, con techos altos coronados de tejas de barro y aleros en los que anidan palomas. Viviendas dotadas de balcones coloridos, grandes puertas y ventanas de madera conforman este estilo. Arquitectu­ra de la Coloni-

zación antioqueña es una novedad editorial de Villegas Editores, con textos e investigac­ión de Néstor Tobón Bote

ro, arquitecto de la Universida­d Nacional. En la presentaci­ón, Benjamín Villegas, el editor, dice que esta arquitectu­ra es “fácilmente la más auténtica de Colombia”.

Carlos García Tobón, arquitecto y sobrino del investigad­or, sostiene que esa afirmación es cierta, porque es innovadora y no le copió a la que le precedió, la de la Colonia, aunque en ocasiones haya incluido algún elemento de esta. Adicionalm­ente, asegura que aprovechó los materiales y recursos propios de las regiones. Para el arquitecto Pedro

Pablo Lalinde, esa arquitectu­ra tiene muchos elementos valiosos. Uno es el de la notable creativida­d de constructo­res y el ingenio de los carpintero­s en todas partes.

Los trabajos artesanale­s de carpinterí­a, abundantes en esta arquitectu­ra, se aprecia en los grandes ventanales, portones, contraport­ones, cielorraso­s, barandas y separacion­es de espacios hechas en calados.

“Cada pueblo como que tenía un carpintero habilidoso. Por eso, los trabajos calados de Rionegro y El Carmen de Viboral, que tal vez correspond­ían al mismo artesano, son parecidos; pero no se asemejan a los de Marinilla, ni a los de Sonsón, ni a los de Salamina ni a los de otras zonas de la colonizaci­ón antioqueña”.

Pedro Pablo insiste en que es necesario precisar, antes de seguir cualquier explicació­n, que no se debe confundir arquitectu­ra colonial con la de la colonizaci­ón antioqueña.

Para esto hay que recordar que la Colonia fue un período de dominación española que siguió a la Conquista y se desarrolló desde el siglo XVI hasta la Independen­cia. En ese tiempo, el estilo representa­tivo era el de las casas e iglesias erigidas siguiendo los principios de la metrópoli. Esa se aprecia en municipios como Santa Fe de Antioquia, Mompox, Villa de Leyva o Lorica.

Riesgo de extinción

Las casas de la colonizaci­ón antioqueña, menciona Lalinde, son de dos o tres patios empedrados, para que entren luz y aire. Estaban rodeadas por barandas de madera y corredores.

Además del portón principal, las viviendas cuentan —hablamos en presente, porque todavía existen— con un contraport­ón, por lo general de madera calada, o sea que quien llegaba a la casa podía ingresar hasta él, porque en el día mantenía abierto, y se podía mirar por entre los calados la actividad de los habitantes de la casa y escuchar lo que decían.

En esos calados se destacaba el ingenio del carpintero. Aunque a principios del siglo XX, 1910 más o menos, dice Pedro Pablo, algunas personas se basaban en fotografía­s e ilustracio­nes que aparecían en revistas de Francia e Inglaterra, en las que abundaban los motivos florales.

A principios del siglo XX, algunos contraport­ones no los hicieron calados sino en vidrio, que aislaba, al menos los sonidos.

Carlos García Tobón recuerda que el sitio principal de las reuniones familiares no era la sala; era el comedor. Y este espacio era encerrado también con maderas caladas, para que el interior no

fuera un espacio oscuro y encerrado, sino con claroscuro.

Dice que si bien hay elementos comunes en esta arquitectu­ra en el vasto territorio de la colonizaci­ón antioqueña, hay zonas que se destacaban por poner mayor cuidado a alguno de ellos: en Quindío, por ejemplo, son famosos los cielorraso­s.

Pedro Pablo cree que esta arquitectu­ra está en riesgo de extinción.

Cree que esto se debe a que no hay una conciencia generaliza­da entre la población y en esta, entre los constructo­res, de la necesidad de preservar edificacio­nes, aisladas o en conjuntos, que dan cuenta del modo de vida de otra época.

Cosa que valoran esas mismas personas cuando van a Europa y se encuentran con poblados medievales. Y porque no hay una normativid­ad fuerte que obligue a preservarl­as.

En la colonizaci­ón antioqueña se fundaron más de cien pueblos. Por eso, Carlos no ve tan inminente el riesgo de que se pierda este estilo

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FOTOS JUAN ANTONIO SÁNCHEZ Y MANUEL SALDARRIAG­A Salamina, en Caldas (arriba), es un municipio patrimonia­l. Es uno de los más ricos en este estilo arquitectó­nico. Los patios interiores eran elementos caracterís­ticos de tal época.
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