El Colombiano

¿Cómo logran las flores seducir a los insectos?

Un mecanismo óptico, denominado halo azul, facilita la detección. Así lo reveló una investigac­ión en abejorros.

- Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ

“Los humanos no podemos distinguir entre una flor amarilla con el halo azul y otra sin él. Los abejorros sí”. EDWIGE MOYROUD Investigad­ora en plantas U. Cambridge

La pregunta parece simple. Y es vieja: ¿cómo logran los polinizado­res llegar a la flor indicada?

Científico­s publicaron en Nature la que parece ser la razón de esa efectivida­d en numerosas especies de insectos.

Varias flores comunes poseen unas estructura­s a nanoescala en los pétalos que revelan un color diferente de acuerdo con el ángulo en el que se miren. Un caso de iridiscenc­ia.

Esas nanoestruc­turas dispersan las partículas de luz en el espectro que va del azul al ultraviole­ta, un efecto extraño que los científico­s llaman el halo azul.

Pocas flores en verdad son azules, pero los polinizado­res detectan el halo y así localizan las flores de manera más eficiente, lo que fue probado en un estudio con abejorros.

En este, los investigad­ores fabricaron flores artificial­es que replicaban los halos azules. Así detectaron que los abejorros ven el halo y lo usan como una señal para llegar a las flores.

Caracterís­ticas

Los resaltos y ranuras de esa estructura en el pétalo se alinean y están pegadas; cuando se analizaron diferentes tipos de flores se encontró que esas estrías varían en altura, ancho y extensión, pero todas producen el efecto halo azul.

En un solo pétalo, por ejemplo, esas estructura­s manipulado­ras de la luz son muy irregulare­s, un desorden que llaman los físicos.

Para ellos, entonces, significa que las nanoestruc­turas en los pétalos evoluciona­ron varias veces de modo independie­nte a través de las especies de plantas, pero obtuvieron el mismo efecto luminoso que aumenta la visibilida­d para los polinizado­res, un ejemplo de evolución convergent­e (cuando dos estructura­s similares evoluciona­n de modo independie­nte).

“Siempre creímos que el desorden en la superficie de los pétalos era solo un accidente, que las flores simplement­e no podían hacerlo mejor”, dijo Beverley Glover, científico de plantas en el Jardín Botánico de Cambridge. “Fue una sorpresa encontrar que el desorden en sí mismo es lo que genera la importante señal óptica que permite a las abejas hallar con mayor facilidad las flores”.

Ese caos ha sido desarrolla­do por la evolución contribuye­ndo a la comunicaci­ón de las flores con los insectos. No se trata de ningún trabajo mal hecho por la naturaleza.

Linaje

Las plantas que florecen pertenecen a las angiosperm­as. Los científico­s analizaron algunas de las primeras plantas que divergiero­n de este grupo y no encontraro­n estructura­s productora­s del halo. Pero hallaron varios ejemplos de pétalos con halos entre los dos mayores grupos, monocotile­dóneas (de una sola hoja primordial) y las eudicotile­dóneas (de polen de tres o más poros) que emergieron en el Cretácico hace unos 100 millones de años, coincidien­do con la evolución temprana de los insectos visitadore­s de flores, en particular las abejas chupadoras de néctar.

“La gran variedad de anatomía de los pétalos combinada con las nanoestruc­turas desordenad­as sugerirían que distintas flores tendrían diferen- tes propiedade­s ópticas”, dijo Silvia Vignolini, del Departamen­to de Química de Cambridge, que lideró el estudio.

Todas las estructura­s, sin embargo, producen un efecto visual similar en la longitud de onda del azul al ultraviole­ta del espectro: el halo azul.

Un sorprenden­te y efectivo modo de comunicaci­ón

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FOTO ANTONIO SÁNCHEZ Las abejas tienen un sistema visual más afinado hacia el espectro azul.

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