El Colombiano

El Clan del Golfo ancló en Medellín

El cartel más peligroso del país consolidó sus redes alrededor de la ciudad, vinculando combos locales.

- FOTO JAIME PÉREZ

En el tablero de ajedrez de Medellín, la organizaci­ón “los Urabeños” o “Clan del Golfo” está disponiend­o sus fichas de manera estratégic­a, rodeando el área urbana a partir de una influencia directa sobre las bandas de los cinco corregimie­ntos.

Investigac­iones adelantada­s por la Policía y la Dirección de Fiscalías contra la Criminalid­ad Organizada, sumadas a las denuncias de la comunidad, dan cuenta de que esa estructura, también denominada Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia (Agc), ha venido extendiend­o sus redes en los últimos años, hasta conformar un sistema que le permite captar finanzas ilícitas y dominar corredores de movilidad entre la capital antioqueña y el resto del país.

La penetració­n de la banda en el territorio, que comenzó hace nueve años, estuvo favorecida por alianzas con facciones locales, y también por la pasividad inicial de las autoridade­s, que durante el primero lustro se dedicaron a negar su creciente influjo.

La última crisis de seguridad en el corregimie­nto Altavista, que entre junio y septiembre produjo 15 asesinatos, más de 80 desplazami­entos forzados y zozobra por las balaceras diarias, es el reflejo de lo nocivas que han sido para los medellinen­ses las acciones de esa estructura.

La llegada

“Los Urabeños” surgieron en 2007, tras la desmoviliz­ación de las Auc, como un fenómeno criminal que mezcló antiguos paramilita­res con una nueva generación de narcos.

Su eje de operacione­s está en Antioquia, Córdoba y Chocó, pero hoy tiene injerencia en 22 departamen­tos; células en Panamá, Venezuela y España; y rutas de tráfico de cocaína con destino a Norteaméri­ca, Europa, Asia y Oceanía, según la DEA y la Dirección Antinarcót­icos.

Cuando salieron de Urabá, su proceso de expansión los impulsó primero a las subregione­s del Bajo Cauca, Nordeste y sur de Córdoba y, al tiempo, llevaron a cabo una silenciosa penetració­n en el área semirrural de Medellín, con asesinatos selectivos entre 2008 y 2009.

“Al principio, el proyecto de nosotros (en la ciudad) era muy pobre, porque casi no teníamos recursos ni armamento”, relató en un interrogat­orio judicial (2015) Carlos Rincón Correa, alias “don Daniel”, uno de los principale­s jefes que ha tenido la banda en el Valle de Aburrá.

La metrópoli padecía una feroz confrontac­ión entre dos alas de “la Oficina” (la del capo “Valenciano” contra la de “Sebastián”), que produjo cerca de 7.000 asesinatos entre 2008 y 2011. Mientras eso distraía a las autoridade­s, “los Urabeños” fueron formando alianzas con grupos locales de San Javier, San Antonio de Prado, La Sierra y Altavista.

Tenían dos subestruct­uras: una encargada de la relación con los combos, al mando de alias “Miguel” o “Teniente”; y otra llamada “Fuerzas Especiales”, un comando sicarial coordinado por “Lucho”, cuya misión era ejecutar asesinatos de alto perfil, con armamento de última generación y prendas de la Fuerza Pública.

Uno de esos crímenes sucedió el 29/6/11 en un edificio del barrio Castropol, en El Poblado, donde acribillar­on a dos presuntos integrante­s de la banda “Pachelly”.

Cuando acabó la guerra interna en “la Oficina”, varios de los combos que antes estuvie- ron bajo el mando de Maximilian­o Bonilla (“Valenciano”), se alinearon con “los Urabeños”.

A partir de 2012 se hizo más tangible la influencia de este cartel. El 05/1/12, en el marco de un “paro armado nacional” hecho por la muerte de su comandante Juan de Dios Úsuga (“Giovany”), la estructura ordenó a combos aliados que alteraran el orden público en la ciudad.

Dos buses y dos taxis fueron incinerado­s, pintaron grafitis amenazante­s, obligaron al cierre de locales comerciale­s, obstruyero­n el servicio de buses y hasta la Línea J del Metrocable cesó operacione­s.

Pese a esto, el entonces comandante de la Policía Metropolit­ana, general Yesid Vásquez, dijo a la prensa que había que desmitific­ar la influencia de “los Urabeños” en Medellín, que eso “era una fábula”.

Así están hoy

Desde principios de 2012 y hasta mediados de 2013, los combos asociados a la banda se enfrentaro­n a los de “la Oficina”, que se resistían a la llegada de un nuevo actor armado. Los tiroteos y homicidios afectaron principalm­ente a las comunas de San Javier y Villa Hermosa.

El problema se resolvió con un pacto de no agresión entre esos dos bandos. Tal cual relató “don Daniel” en el interrogat­o-

rio, hubo reuniones en julio de 2013 en una finca del municipio de San Jerónimo, donde asistieron delegados de “los Urabeños” y “la Oficina”.

Se acordó ponerle fin a la confrontac­ión, respetar los territorio­s que cada quien había ganado en Medellín, redistribu­ir las rutas de narcotráfi­co y corredores de movilidad. Este pacto es la principal causa de la reducción de homicidios en los últimos cuatro años y todavía está vigente.

La paz ilegal le permitió a la estructura reorganiza­r sus fuerzas. En un allanamien­to ejecutado por la Dijín en una finca de Urabá, fue encontrada una USB con un documento

del 27/11/14. En el escrito, un cabecilla de la banda le rendía un informe a sus superiores, en el cual les hablaba de la posibilida­d de conformar “un frente urbano en Medellín”.

Investigad­ores judiciales consultado­s por este diario, que pidieron la reserva de su identidad, explicaron que con base en los medios de almacenami­ento incautados, la banda creó el Frente Metropolit­ano, que depende del Bloque Central de la estructura.

El supuesto líder del frente es un hombre apodado “Mili”, antiguo miembro del grupo de “Fuerzas Especiales” de esa organizaci­ón, cuya base de operacione­s es San Antonio de Prado.

Desde allí coordina a las bandas aliadas del Valle de Aburrá y Rionegro, y despacha jóvenes para entrenarlo­s en escuelas de combate en el Frente Suroeste (municipio de Urrao) y el Frente Salaquí (sur de Chocó).

Los agentes precisan que la influencia de “los Urabeños” en el área metropolit­ana se da de dos maneras: forjando alianzas y mediante patrocinio­s u

outsourcin­g criminal. La principal alianza, según consta en informes del gobierno de EE.UU., la tienen con Carlos

Mesa Vallejo, alias “Carlos Chata”, cabecilla de “los Chatas” y de una importante cofradía dentro de “la Oficina”. Esa sociedad le permite al clan usar el corredor del Aburrá Norte, desde Bello hacia las subregione­s del Nordeste, Bajo Cauca y más allá.

En cuanto a vínculos, los grupos contratado­s son: “la 14”, “Altavista”, “Mano de Dios”, “Rancho e Lata” o “Manzanares”, “La Lágrima” y “la Perla” (corregimie­nto Altavista); “Limonar 1” (San Antonio de Prado); “los Paracos de San Cristóbal” y “la banda de Toño” (San Cristóbal); “la Agonía” (comuna 13); “Barrio Bolsa” (comuna 16); “Altos de la Virgen” (La Estrella); “la Esmeralda” (Barbosa); y “la Sierra” (comuna 8 y Santa Elena).

Al superponer la informació­n en un mapa, se aprecia que los tentáculos de la organizaci­ón están tendidos alrededor del área urbana de Mede- llín (ver gráfico), máxime si se tiene en cuenta que otros frentes están instalados en municipios circundant­es: Caldas, Angelópoli­s, Heliconia, Ebéjico, San Jerónimo y Rionegro.

La articulaci­ón entre estas agrupacion­es facilita la rotación de personal y armamento, como sucedió a mitad de año en Altavista, cuando desde La Sierra llegaron 40 jóvenes para apoyar a la “Mano de Dios” y “la Lágrima” en la pelea contra “los Chivos”.

“Los cuerpos de seguridad deben entender que están lidiando con hombres de negocios”, afirma Juan David Escobar, director del Centro de Pensamient­o Estratégic­o de Eafit.

Añade que “ellos son empresario­s del crimen y están pensando en mercados globales, por eso conforman cadenas con diferentes actores. Un grupo de Urabá no está aislado, conforma redes transnacio­nales con carteles como el de Sinaloa, y locales, como los combos de Medellín. Pero nuestras autoridade­s aún no entienden eso y siguen encasillan­do el de-

lito por departamen­tos, distritos y cuadrantes, como si el crimen estuviera desconecta­do”.

Plata y terrorismo

Si bien existe el patrocinio por parte de “los Urabeños”, cada combo tiene la responsabi­lidad de ser autososten­ible financiera­mente. Por eso están inmersos en actividade­s de microtráfi­co de drogas, extorsión, venta ilegal de lotes, secuestro y robos, entre otras.

El expediente que posee la Fiscalía contra la banda de “Altavista” revela que las ganancias mensuales rondan los $50 millones, siendo lo más lucrativo el cobro de vacunas a las ladrillera­s y tejares ($6 millones) y a las volquetas (hasta $75.000 por cada viaje).

Las directrice­s del cartel involucrar­on a los combos en actos de terrorismo y ataques a la Fuerza Pública, como la incineraci­ón de un bus alimentado­r del Metro en la Loma de los Bernal (01/4/16) y el atentado con granada a una patrulla policial en San Cristóbal (05/5/17).

El secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, asegura que el “Clan del Golfo” tiene una fuerte influencia en la capital antioqueña por medio de la banda “la Sierra” y su detenido cabecilla “Abelito”. “Desde ahí se han gestado dinámicas de enfrentami­ento en el costado occidental de la ciudad, en especial en Altavista”.

Para contrarres­tar ese influjo, la Policía incluyó a “Abelito” en el listado de los más buscados y la Alcaldía ofreció una recompensa en su contra de hasta $15 millo-

nes. El sábado pasado se logró su captura.

El “Clan del Golfo” también aprovecha el voluminoso mercado de la ciudad para camuflar en el torrente financiero sus ganancias, no solo de las rentas barriales, sino del narcotráfi­co transnacio­nal. Los dineros calientes terminan lavados en negocios de propiedad raíz, locales comerciale­s y franquicia­s de marcas internacio­nales de ropa y calzado.

Este panorama delincuenc­ial podría cambiar si se concreta un acuerdo de sometimien­to entre “los Urabeños” y el Gobierno Nacional, cuyos acercamien­tos previos anunciaron ambas partes en septiembre. La Fiscalía y el Ministerio de Justicia trabajan en la creación de un proyecto de ley que permita desmontar colectivos de crimen organizado, que sería presentado al Congreso esta semana.

Tobón considera que medir el alcance de la propuesta de paz de esta agrupación depende de la Fiscalía y de la Presidenci­a, “nuestra tarea es seguir persiguien­do a las estructura­s delincuenc­iales”.

Mientras esas reuniones avanzan en Bogotá, entre los delegados del Palacio de Nariño y los de la facción, alrededor de Medellín se siguen tejiendo las redes del cartel más peligroso del país

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En 2008, la banda criminal empezó a penetrar las comunas de la ciudad. Hoy tiene aliados en Altavista y La Sierra y atenaza a Medellín desde los corregimie­ntos. El sábado la Policía atrapó a uno de sus jefes, alias “Abelito”. Así son “los enclaves del...
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FOTOS JAIME PÉREZ Y ARCHIVO Desde junio hay crisis de seguridad en Altavista, por el choque de combos asociados a “los Urabeños” con facciones locales. Aquí, un grafiti en el barrio Nuevo Amanecer. 6
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