EL COSTO DE LA MALA ORTOGRAFÍA
“La ortografía es a la escritura, lo que el aliento al habla. La gente te entiende aunque apeste. Pero apesta”.
Es antigua y cierta la sentencia que lo mal hecho y los errores siempre tienen un costo, aunque el acuerdo de impunipaz en Colombia quiere institucionalizar lo contrario. Pero quienes dicen que no todas las faltas tienen costo, ponen como ejemplo a los errores ortográficos que según ellos son refinamientos sobrevalorados y complicaciones absurdas porque lo importante es el mensaje que quería transmitirse y no debería dársele tanta importancia a la psicorrígida ortografía. Pregúnteles a los adictos al twitter y verán que no miento.
Confieso que en mi adolescencia, período de demencia temporal, era reacio a la ortografía que no deja de ser en ocasiones caprichosa y difícil, especialmente en un idioma tan rico y difícil como el nuestro, que como decía mi profesor de japonés, idioma del cual poco aprendí y todo lo olvidé, conjugaciones verbales distintas para todas las personas y en todos los tiempos hacen del castellano un infierno.
Que la mala ortografía no tiene costo es mentira y pondré algunos ejemplos. Hace unos meses, piratas informáticos de la dictadura norcoreana se introdujeron en la Reserva Federal de EE.UU. para robarse “mil millones de dólares” de una cuenta del Banco Central de Bangladesh, pero los funcionarios del banco entraron en sospecha cuando vieron en la solicitud de retiro que los ciberladrones habían escrito “fandation” en lugar de “foundation”. Aunque lograron robarse 81 millones de dólares, la mala ortografía y dos letricas les costaron a los carteristas digitales la bobadita de 919 millones de dólares. Seguro no volverán a equivocarse porque en las tumbas norcoreanas no entra el wi-fi.
No se niega que lo importante es el interior y no el exterior, y que el hábito no hace al monje, pero negar que la forma complementa al fondo y que un odontólogo mueco genera sospechas a la hora de sentarse a su silla de torturas, hace que subestimar la ortografía es más el fruto de la pereza y la sober- bia que de un espíritu por encima del mundo material.
Cómo se digan las cosas es en ocasiones tan poderoso o más que lo que se quería decir. Miren dos casos más de mala ortografía. Un cartel de protesta de un sindicato de profesores que decía: “los maestros democráticos en contra de la privatizasion de la educasion”. Por explotados que sean se merecen su suerte y yo en vez de subirles el sueldo los despediría de inmediato.
¿Qué dama se va a sentar tranquila a dejarse romper la oreja para ponerse un arete cuando la propaganda de quien ofrece el servicio dice: “Se perfora el ovulo de la oreja”? Uno se imagina que la máquina perforadora va a coger para otro lado, ¿o no?
Así nos demoremos un rato más, hagamos el esfuerzo de escribir mejor y que la nueva generación no apeste al escribir
Subestimar la ortografía es más el fruto de la pereza y la soberbia que de un espíritu por encima del mundo material.