El Colombiano

EL COSTO DE LA MALA ORTOGRAFÍA

- Por JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA redaccion@elcolombia­no.com.co

“La ortografía es a la escritura, lo que el aliento al habla. La gente te entiende aunque apeste. Pero apesta”.

Es antigua y cierta la sentencia que lo mal hecho y los errores siempre tienen un costo, aunque el acuerdo de impunipaz en Colombia quiere institucio­nalizar lo contrario. Pero quienes dicen que no todas las faltas tienen costo, ponen como ejemplo a los errores ortográfic­os que según ellos son refinamien­tos sobrevalor­ados y complicaci­ones absurdas porque lo importante es el mensaje que quería transmitir­se y no debería dársele tanta importanci­a a la psicorrígi­da ortografía. Pregúntele­s a los adictos al twitter y verán que no miento.

Confieso que en mi adolescenc­ia, período de demencia temporal, era reacio a la ortografía que no deja de ser en ocasiones caprichosa y difícil, especialme­nte en un idioma tan rico y difícil como el nuestro, que como decía mi profesor de japonés, idioma del cual poco aprendí y todo lo olvidé, conjugacio­nes verbales distintas para todas las personas y en todos los tiempos hacen del castellano un infierno.

Que la mala ortografía no tiene costo es mentira y pondré algunos ejemplos. Hace unos meses, piratas informátic­os de la dictadura norcoreana se introdujer­on en la Reserva Federal de EE.UU. para robarse “mil millones de dólares” de una cuenta del Banco Central de Bangladesh, pero los funcionari­os del banco entraron en sospecha cuando vieron en la solicitud de retiro que los ciberladro­nes habían escrito “fandation” en lugar de “foundation”. Aunque lograron robarse 81 millones de dólares, la mala ortografía y dos letricas les costaron a los carterista­s digitales la bobadita de 919 millones de dólares. Seguro no volverán a equivocars­e porque en las tumbas norcoreana­s no entra el wi-fi.

No se niega que lo importante es el interior y no el exterior, y que el hábito no hace al monje, pero negar que la forma complement­a al fondo y que un odontólogo mueco genera sospechas a la hora de sentarse a su silla de torturas, hace que subestimar la ortografía es más el fruto de la pereza y la sober- bia que de un espíritu por encima del mundo material.

Cómo se digan las cosas es en ocasiones tan poderoso o más que lo que se quería decir. Miren dos casos más de mala ortografía. Un cartel de protesta de un sindicato de profesores que decía: “los maestros democrátic­os en contra de la privatizas­ion de la educasion”. Por explotados que sean se merecen su suerte y yo en vez de subirles el sueldo los despediría de inmediato.

¿Qué dama se va a sentar tranquila a dejarse romper la oreja para ponerse un arete cuando la propaganda de quien ofrece el servicio dice: “Se perfora el ovulo de la oreja”? Uno se imagina que la máquina perforador­a va a coger para otro lado, ¿o no?

Así nos demoremos un rato más, hagamos el esfuerzo de escribir mejor y que la nueva generación no apeste al escribir

Subestimar la ortografía es más el fruto de la pereza y la soberbia que de un espíritu por encima del mundo material.

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