AMAR NO ES SOBREPROTEGER
Cuando nos detenemos a ver todo lo que hacemos hoy por los hijos es evidente que algo anda mal. Parece que debido a que ahora nos involucramos más que nunca en todos los problemas de los niños, los padres les estamos ayudando (léase solucionando) más de la cuenta.
Así, tendemos a identificarnos tanto con sus éxitos y fracasos que, por ejemplo, en los deportes de los niños “se juega” el prestigio de sus padres, y si pierden, acabamos furiosos, no con los jugadores, sino con el entrenador; si traen malas notas nos indignamos, no con ellos, sino con sus profesores o con el colegio; si pelean con los amigos, nosotros peleamos con sus padres… y así sucesivamente. Lo grave es que a base de asumir como propios los problemas de los hijos, sus dificultades e inseguridades se convierten en nuestras y las nuestras en suyas.
La forma tan exagerada en que nos involucramos se evidencia en el uso constante del pronombre “me” al referirnos a los asuntos de los hijos: “me trajo malas notas”, “no me come nada”, “me reprobó en matemáticas”. Así, sus problemas son la preocupación central de nuestra vida y el poco tiempo que tenemos para disfrutarlos, lo pasamos mortificados y tratando de arreglarles la vida.
A pesar de lo altruistas que parezcan estas actitudes son nuestras necesidades, no el bienestar de los hijos, las que nos mueven a sobreprotegerlos. Sin percatarnos, lo que hacemos es protegernos a nosotros mismos porque, evitándoles dificultades, nos libramos de la angustia que nos produce verlos sufrir.
Lo cierto del caso es que lo que los hijos necesitan es que los amemos lo suficiente como para llevarlos, no sobre nuestros hombros sino en nuestro corazón, amándolos lo suficiente como para poder verlos sufrir por las consecuencias de sus errores sin tratar de defenderlos; no asumiendo sus deberes o responsabilidades como nuestros sino preparándolos para que puedan vivir su vida; y no “ayudándoles” por colaborarles sino por librarlos de los castigos que se merecen. Lo grave es que así lo que logramos es que ellos se conviertan en irresponsables y aprovechadas y no en personas satisfechas, bondadosas, responsables y correctas, que es lo que les permitirá triunfar y ser felices en su vida