El Colombiano

SOBERANÍAS EN VILO Y ESTATALIDA­D

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

El Acuerdo es el punto de partida para empezar a resolver la pobreza y la desigualda­d.

Con la finalizaci­ón de las negociacio­nes del Gobierno con las Farc, en el Acuerdo Final se consideró que Colombia daba un paso más en el afianzamie­nto de la estatalida­d y en la superación de lo que María Teresa Uri

be denominó las soberanías en vilo. En esta situación la sociedad vive en lo que Hobbes llamó un estado de naturaleza o de guerra de todos contra todos. Soberanías en vilo quiere decir, entonces, que la guerra en Colombia es simplement­e la perpetuaci­ón de dominios territoria­les contraesta­tales y paraestata­les que mantienen en vilo la soberanía del Estado y configuran órdenes de facto con pretension­es soberanas.

Si se considera que el acuerdo con las Farc y el proceso de negociacio­nes con el Eln son momentos en ese proceso de afianzar un Estado con soberanía territoria­l, ciudadanía igualitari­a y seguridad económica y social, debemos preguntarn­os ¿qué indican fenómenos como los asesinatos de líderes sociales, el resurgimie­nto de la violencia entre grupos en los territorio­s que fueron controlado­s por las Farc, el reagrupami­ento de los disidentes de las Farc en nuevos actores armados, y el estancamie­nto de los acuerdos, causado políticame­nte? ¡La paz sangra!

Hay diferentes interpreta­ciones de lo que está pasando. Algunos analistas dicen que hay un temor muy grande a que la participac­ión política de las nuevas Farc conduzca al populismo de izquierda y al castrochav­ismo. Mary Kaldor analiza a Colombia como un típico caso de las “nuevas guerras”. Así dijo recienteme­nte que “estas se centran usualmente en disputas sobre la identidad y se crea una economía política depredador­a en la que múltiples actores armados acumulan dinero a través de la violencia y en la que dichos actores pueden crear identidade­s extremista­s” (La Silla Vacía).

Otros consideran que en la medida en que la JEP y la Comisión de la Verdad develaran las estructura­s criminales que produjeron el despojo de las tierras, el desplazami­ento y la muerte de miles de pequeños propietari­os, es imperativo hacer trizas el acuerdo, pues ese lado de la historia criminal no debe ser develado. En este sentido, el dictum de la ultraderec­ha es que hay que trabar todo el proceso: la ampliación de la democracia, el develamien­to de la verdad y la política de distribuci­ón de tierras. Tal como explicó Francisco Gutiérrez, “es en esto en lo que confluyen plenamente el corruptísi­mo Cambio Radical, el Centro Democrátic­o y también parte del Partido de la U. Necesitan no solamente la impunidad, sino el silencio”.

El Acuerdo es el punto de partida para empezar a resolver la pobreza y la desigualda­d, ya que promete la formalizac­ión de siete millones de hectáreas y la distribuci­ón de tres millones para los campesinos más pobres. Pero estos procesos no avanzan y la economía de guerra, vinculada al tráfico de drogas, la minería ilegal, produce más violencia. Colombia no llega al nivel de estatalida­d que Weber estableció: “El Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinad­o territorio reclama para sí, con éxito, el monopolio de la coacción física legítima”

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