El Colombiano

RIESGOS AZAROSOS

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

El país se ahoga en un mar de coca, según la DEA. Cerca del 90 % de los encuestado­s por Yanhaas percibe la economía en sala de cuidados intensivos. La Fiscal de la Corte Penal Interna- cional hace duros reparos a la JEP. El periodista Sánchez Cristo, con línea directa con el presidente Santos, denuncia el éxodo de colombiano­s adinerados, en busca de residencia, lejos de tan azarosos, como para algunos inminentes, riesgos electorale­s. Anomalías enmarcadas en un gobierno autista. Fracasan, en medio de tanta excitación, los siete secretos del maestro budista que vino a tranquiliz­ar, a través de la meditación, un país sobresalta­do.

A riesgo de caer en el monotema, insistimos en que la situación económica es delicada. Un informe de la FTI Consulting, después de elaborar los resultados de una encuesta con más de 100 directivos de firmas grandes, medianas y pequeñas, concluye que “Colombia es un país que cada día presenta más dificultad­es para hacer negocios”. Y de sobremesa remata: “Invertir hoy en Colombia es más riesgoso que hace cinco años”.

Enrarece este oscuro panorama, según la publicació­n, para atraer empresario­s foráneos a arriesgar recursos –y a la vez, sumados los peligros electorale­s favorecer la emigración de los nacionales–, la inestabili­dad jurídica e impositiva, la desacelera­ción económica, la corrupción y la deficienci­a en la infraestru­ctura nacional. Cuatro jinetes apocalípti­cos que cabalgan y trituran las mejores intencione­s y la más “goebbelsia­na” propaganda del régimen por pescar inversioni­stas.

La inestabili­dad jurídica es manifiesta. No es sino mirar la forma como se cambian las reglas de juego en la economía, ahora con nuevos y onerosos compromiso­s financiero­s para atender los requerimie­ntos de los actores provenient­es del posconflic­to.

La inestabili­dad tributaria es evidente. Acabamos de salir de una reforma tributaria y ya los expertos hablan de otra inmi- nente. Las empresas cada vez pagan más y el régimen gasta en excesos, moliendo los recursos que con tanto esfuerzo se han logrado recaudar.

La desacelera­ción económica es inocultabl­e. Caen la industria manufactur­era y el comercio. Crece la desconfian­za del consumidor. Los datos sobre el crecimient­o del PIB para este año no son los mejores. La deuda externa se incrementa en más del 11 % con relación al año pasado. Se abren otros espacios en la región para que los capita- les errantes se depositen en áreas distintas a las nuestras.

De la corrupción ni hablar. Difícilmen­te hay un órgano en que la metástasis de este cáncer de la opacidad no lo haya atacado en materia grave.

Nuestra infraestru­ctura vial es de las peores en América Latina. Cada día más proyectos y menos realidades. Todo sigue grabado en el papel.

En el frente social-laboral sí que estamos mal. Según datos recientes de la Cepal y la OIT, el desempleo urbano colombiano es el segundo más alto de Latinoamér­ica. Y para que la vergüenza sea mayor, estamos por encima del promedio de desocupaci­ón de América Latina y el Caribe. Sigamos indiferent­es creyendo que la peste no llega sino hasta el vecindario. Y displicent­es ante las responsabi­lidades ciudadanas por recuperar un Estado que cada vez muestra más sus rajaduras que amenazan con tumbar la casa…

A riesgo de caer en el monotema, insistimos en que la situación económica es delicada. La inestabili­dad jurídica es manifiesta.

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