El Colombiano

EDITORIAL

Lo sucedido ayer en Cataluña hace parte del guión soberanist­a. Igual que las medidas que serán aplicadas por el Gobierno de Rajoy, quien tiene la ley de su lado. Le falta ganarse a los catalanes moderados.

- ESTEBAN PARÍS

“Lo sucedido ayer en Cataluña hace parte del guión soberanist­a. Igual que las medidas que serán aplicadas por el Gobierno de Rajoy, quien tiene la ley de su lado. Le falta ganarse a los catalanes moderados”.

Lo acontecido ayer en Cataluña y en España no fue sorpresivo, a pesar del gran impacto noticioso, político y social que implica que una mayoría parlamenta­ria de una región declare unilateral­mente su independen­cia y el inicio del proceso constituye­nte para constituir­se como república.

La única novedad fue la fecha fijada por el Gobierno español para la celebració­n de elecciones autonómica­s: el jueves 21 de diciembre. De resto, todo estaba en el guión: la convocator­ia al Parlamento catalán, para que sus mayorías declararan la independen­cia. Que lo hicieran en contravía de la Constituci­ón española, y basándose en una ley autonómica que está suspendida por el Tribunal Constituci­onal también estaba en la hoja de ruta. Y estaba anunciada, de la misma forma, la aplicación, por parte del gobierno de Mariano Rajoy, del artículo 155 de la Constituci­ón, que habilita al Gobierno central a intervenir en una comunidad autónoma cuando ésta contraveng­a el régimen constituci­onal vigente, como de forma pública y notoria ocurre con el gobierno catalán.

Ayer el presidente Rajoy habló ante el Senado. Esta cámara ya había autorizado la aplicación de la norma consti- tucional que autoriza intervenir en Cataluña. El de ayer fue un gran discurso, firme y sereno, de Rajoy, quien si bien ha tenido grandes falencias y demoras en la gestión política para lidiar con el problema catalán, también ha guardado escrupulos­o respeto por el orden jurídico que debe aplicar.

Dijo Rajoy ayer, para contrarres­tar el eficaz discurso político de los independen­tistas

catalanes, que “no se trata de suspender el autogobier­no ni de intervenir­lo ni de recortar

lo. Se trata, sencillame­nte, de devolverlo a la normalidad lo antes posible. Una normalidad empieza por la ley, por recuperar la legitimida­d institucio­nal y por devolver la voz a los catalanes”.

El Gobierno español tiene de su lado la razón jurídica, la legitimida­d que le confiere el ejercicio de las potestades constituci­onales, el apoyo del resto de comunidade­s autónomas españolas (salvo la del País Vasco, en un papel de espectador simpatizan­te con los catalanes), y el compromiso de los países miembros de la Unión Europea de no reconocer una Cataluña independie­nte. Sin embargo, los independen­tistas catalanes tienen un buen manejo del discurso, eficaz en su versión victi- mista y de sus tradicione­s e identidad nacional.

No obstante, muchos que a lo lejos miran el conflicto político se sorprender­ían al conocer las competenci­as que tenía hasta ahora Cataluña: prácticame­nte todas las que correspond­en a un Estado soberano. Más competenci­as que en un régimen federal. Bajo ningún punto de vista es Cataluña, por lo tanto, una región sometida a un régimen centralist­a, ni a un sistema colonialis­ta en el que sí procedería el derecho de autodeterm­inación.

La decisión de Rajoy de convocar elecciones para diciembre es procedente, así sea arriesgada. Es una forma de medir las fuerzas, y de lograr que se conformen bloques, el de los constituci­onalistas, y el de los soberanist­as. Además pone a estos últimos en el dilema de si acudir o no a esas elecciones. Si lo hacen, reconocen el sistema constituci­onal español y la autoridad del Gobierno central. Es posible que accedan a ir a esas elecciones, pero proponiend­o que se depositen papeletas a favor de la independen­cia. Lo que no está en duda es que esas elecciones sí serán legítimas, constituci­onalmente válidas, lo contrario del referendo del pasado 1 de octubre, que fue ilegal y no habilita, por ende, ninguna decisión jurídica vinculante

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