QUE LOS CELOS NO AFECTEN A LOS PILOS
En la discusión actual sobre el programa llamado Ser pilo paga (denominación folclórica y simplista) está latente una cierta desconfianza recíproca entre universidades públicas y privadas, en contravía de la evolución que evidencia la educación superior y de sus notorios avances en cuestiones de docencia, investigación y visibilidad, incluso en internacionalización. En las públicas hay quienes siguen creyendo que las privadas son colegios que privilegian el ánimo de lucro. En las privadas no siguen faltando los que denigren de las primeras por su vulnerabilidad a los paros y la politización.
Y una percepción similar se advierte entre la gente. En parte por eso se explica la tendencia de los jóvenes llamados pilos a preferir las universidades privadas. Proyectan la creencia arraigada sobre la calidad de la educación en primaria y secundaria: Hasta las estadísticas, discutibles pero de utilidad referencial, prueban que los colegios oficiales bien catalogados apenas alcanzan a compararse con los privados de más bajo rendimiento. Y esa diferencia se ensancha cuando se observa la relación entre las capitales y la periferia, con escasas excepciones.
El programa Ser pilo paga es una de las escasas excepciones positivas que puedan abonársele al octenio improvidente de Santos. La iniciativa ha representado un acierto, un ejemplo de inclusión en un país de tantas y tan subversivas desigualdades. Cómo no va a ser espléndido que miles de muchachos de recursos económicos mínimos tengan derecho a medírseles en la empresa del saber y la formación profesional a los que los aventajan en posición social y capacida- des de financiar sus carreras en universidades acreditadas y comparables a las públicas u oficiales de más alta jerarquía.
El factor que más ha estimulado el debate actual sobre el programa ha sido el presupuestal. Se ha llegado al extremo de atribuirle a la financiación de Ser pilo paga en las universidades privadas un eventual colapso de las públicas. Me resisto a creer que eso pueda suceder. Al gobierno le toca arbitrar recursos para que el programa se consolide y para que las públicas no se resientan y no sufran detrimento. Y a que ni se resientan ni sufran por el bien ajeno, como parece que está pasándoles, algunos detractores de una iniciativa que porta el sello de la equidad y la democratización de la educación superior, que hasta ahora nadie ha desconceptuado por el rendimiento de los estudiantes ni por su adaptación a un entorno universitario que no debería diferenciarse del oficial.
Sí es razonable un temor: Los celos que no han podido ocultar algunos críticos severos e intransigentes del programa y un manotazo del próximo gobierno pueden volver trizas también una de las innovaciones más sensatas de cuantas se hayan aplicado en el relegado campo educativo
Se ha llegado al extremo de atribuirle a la financiación de Ser pilo paga en las universidades privadas un eventual colapso de las públicas.