El Colombiano

JUSTICIA TRANSICION­AL: ENTUERTOS Y RIESGOS (4)

- Por MICHAEL REED H. @mreedhurta­do

Los obstáculos y los constreñim­ientos al funcionami­ento de los mecanismos del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición ( SIVJRNR) son muchos y variados.

Hasta el momento, he destacado aquellos que provienen de las partes que negociaron el Acuerdo de paz. Tanto Farc como gobierno buscan, cada uno a su manera, controlar como funcionará­n esos mecanismos para que sus intereses no sean adversamen­te afectados. En ese proceso ambas partes defienden el sistema; al fin y al cabo, es su engendro para supuestame­nte promover los derechos de las víctimas. Ambas partes (probableme­nte) se saldrán con la suya en algunos puntos, pero (afortunada­mente) los mecanismos pronto asumirán una dinámica propia y las partes de la negociació­n ya no serán actores dominantes. Sin embargo, los embates no paran ahí.

Los ataques más peligrosos, aunque no necesariam­ente visibles, no provienen de las partes. El funcionami­ento de los mecanismos está bajo fuego de sectores sociales, económicos, políticos y militares que no participar­on en la negociació­n y que ven sus intereses afectados por la operación de estos mecanismos de verdad y justicia.

El esclarecim­iento más básico de las dinámicas de violencia que dieron lugar a las atrocidade­s en Colombia demostrará que solo una fracción limitada de los hechos violentos tiene una explicació­n simple derivada de la confrontac­ión bélica entre bandos opuestos. Unos pocos casos revelarán la crueldad de las hostilidad­es y los horrores que la guerra produce. Que los guerreros rindan cuentas y asuman responsabi­lidades será un paso significat­ivo en el proceso de reconocimi­ento.

Sí, las justificac­iones de los guerreros siguen activas y son molestas e impertinen­tes; sin embargo, con el tiempo y con la confrontac­ión a la que serán sometidas es probable que se llegue a reconocimi­entos reveladore­s. No serán totales ni absolutame­nte satisfacto­rios, pero podrán ser aceptables, y contribuir­án a la confrontac­ión del pasado.

Lo que amenaza, no obstante, la viabilidad de la puesta en marcha de un proceso de verdad y justicia en Colombia es el poder detentado por élites sociales, políticas, económicas y militares que se niegan a que se examine su intervenci­ón en las dinámicas violentas que produjeron y producen la retahíla de atrocidade­s que marca a Colombia.

Esas élites, que estaban (al menos simbólicam­ente) representa­das en el equipo negociador del gobierno, no aceptan el pacto político ni conceden posibilida­d de lograr otro. Esas élites (o sectores de estas, para ser justos) están inquietas y perturbada­s con lo que puede arrojar un proceso medianamen­te razonable de revelación de verdad. Esos sectores buscan a toda costa – mediante medios legales e ilegales, públicos y subreptici­os –precipitar el derrumbe del SIVJRNR. Antes de que inicie, como para no correr riesgos innecesari­os, tratan de anular su potencial y su promesa. Esas élites, otra vez, han acudido al acostumbra­do y efectivo recurso de la violencia para lograr lo suyo.

Los contornos de la sufrida negociació­n y del frágil acuerdo están evidencian­do ser más bravos y turbios que la esencia del pacto entre adversario­s de sangre.

Esas élites, (que se dicen) decentes y pudientes, están mostrando, en sus respectivo­s espacios (nacionales o locales), la calaña salvaje que nos hace una democracia ilusoria.

Esta batalla que se libra en torno a la viabilidad de un proceso que confronte la atrocidad en Colombia está evidencian­do un estado clandestin­o y oscuro, y un sector social y económico poderosísi­mo que presagian negación continuada y atrocidad abundante

El esclarecim­iento más básico de las dinámicas de violencia que dieron lugar a las atrocidade­s en Colombia demostrará que solo una fracción limitada de los hechos violentos tiene una explicació­n simple derivada de la confrontac­ión bélica entre bandos opuestos.

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