JUSTICIA TRANSICIONAL: ENTUERTOS Y RIESGOS (4)
Los obstáculos y los constreñimientos al funcionamiento de los mecanismos del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición ( SIVJRNR) son muchos y variados.
Hasta el momento, he destacado aquellos que provienen de las partes que negociaron el Acuerdo de paz. Tanto Farc como gobierno buscan, cada uno a su manera, controlar como funcionarán esos mecanismos para que sus intereses no sean adversamente afectados. En ese proceso ambas partes defienden el sistema; al fin y al cabo, es su engendro para supuestamente promover los derechos de las víctimas. Ambas partes (probablemente) se saldrán con la suya en algunos puntos, pero (afortunadamente) los mecanismos pronto asumirán una dinámica propia y las partes de la negociación ya no serán actores dominantes. Sin embargo, los embates no paran ahí.
Los ataques más peligrosos, aunque no necesariamente visibles, no provienen de las partes. El funcionamiento de los mecanismos está bajo fuego de sectores sociales, económicos, políticos y militares que no participaron en la negociación y que ven sus intereses afectados por la operación de estos mecanismos de verdad y justicia.
El esclarecimiento más básico de las dinámicas de violencia que dieron lugar a las atrocidades en Colombia demostrará que solo una fracción limitada de los hechos violentos tiene una explicación simple derivada de la confrontación bélica entre bandos opuestos. Unos pocos casos revelarán la crueldad de las hostilidades y los horrores que la guerra produce. Que los guerreros rindan cuentas y asuman responsabilidades será un paso significativo en el proceso de reconocimiento.
Sí, las justificaciones de los guerreros siguen activas y son molestas e impertinentes; sin embargo, con el tiempo y con la confrontación a la que serán sometidas es probable que se llegue a reconocimientos reveladores. No serán totales ni absolutamente satisfactorios, pero podrán ser aceptables, y contribuirán a la confrontación del pasado.
Lo que amenaza, no obstante, la viabilidad de la puesta en marcha de un proceso de verdad y justicia en Colombia es el poder detentado por élites sociales, políticas, económicas y militares que se niegan a que se examine su intervención en las dinámicas violentas que produjeron y producen la retahíla de atrocidades que marca a Colombia.
Esas élites, que estaban (al menos simbólicamente) representadas en el equipo negociador del gobierno, no aceptan el pacto político ni conceden posibilidad de lograr otro. Esas élites (o sectores de estas, para ser justos) están inquietas y perturbadas con lo que puede arrojar un proceso medianamente razonable de revelación de verdad. Esos sectores buscan a toda costa – mediante medios legales e ilegales, públicos y subrepticios –precipitar el derrumbe del SIVJRNR. Antes de que inicie, como para no correr riesgos innecesarios, tratan de anular su potencial y su promesa. Esas élites, otra vez, han acudido al acostumbrado y efectivo recurso de la violencia para lograr lo suyo.
Los contornos de la sufrida negociación y del frágil acuerdo están evidenciando ser más bravos y turbios que la esencia del pacto entre adversarios de sangre.
Esas élites, (que se dicen) decentes y pudientes, están mostrando, en sus respectivos espacios (nacionales o locales), la calaña salvaje que nos hace una democracia ilusoria.
Esta batalla que se libra en torno a la viabilidad de un proceso que confronte la atrocidad en Colombia está evidenciando un estado clandestino y oscuro, y un sector social y económico poderosísimo que presagian negación continuada y atrocidad abundante
El esclarecimiento más básico de las dinámicas de violencia que dieron lugar a las atrocidades en Colombia demostrará que solo una fracción limitada de los hechos violentos tiene una explicación simple derivada de la confrontación bélica entre bandos opuestos.