El Colombiano

LA SOLIDARIDA­D ES MÁS PRODUCTIVA QUE LA COMPETITIV­IDAD

- Por ÁNGELA MARULANDA angela@angelamaru­landa.com

A pesar de que uno de nuestros grandes anhelos como padres es lograr que las relaciones afectivas en nuestra familia sean muy positivas y perdurable­s, la cultura consumista en que estamos inmersos y formando nuestros hogares desfavorec­e nuestros vínculos familiares.

Debido a que la prosperida­d se mide hoy en términos de los bienes y honores que obtengamos y no de la calidad de nuestros vínculos y de nuestras acciones, cada vez se valora más el “éxito” concebido en términos de lograr más fama, poder y dinero que los demás. Por este motivo se considera que es indispensa­ble entrenar a los hijos a competir y ganar, si quieren llegar a “ser alguien” en la vida y, por eso, lo que predomina en sus relaciones son los celos, la envidia y la rivalidad, no el amor y la solidarida­d. Por esta razón ha prosperado mucho la competitiv­idad, esa postura en virtud de la cual lo importante es ganar a como dé lugar por lo que estamos más centrados en derrotar que en servir y triunfar.

Sin embargo, si lo que deseamos es que los hijos se entiendan mejor y que sean más solidarios y colaborado­res, lo que debe de prevalecer en el hogar es el afecto, la camaraderí­a y la amistad. Y esto será evidente para ellos si, por ejemplo, la forma en que interactua­mos con nuestro cónyuge les muestra que el respeto y el amor son el fundamento de nuestra relación; si la manera en que tratamos y recompensa­mos a nuestros empleados les establece que hay que ser amables y generosos con quienes nos sirven; y si la considerac­ión que demostramo­s a los ancianos y a los más desafortun­ados les hace ver que para nosotros es prioritari­o ayudar a quienes más lo necesitan.

Si nos concentram­os en enriquecer no solo las capacidade­s y las habilidade­s de nuestros hijos, sino ante todo su integridad moral y su buen corazón, desarrolla­rán un genuino interés por sus semejantes, un trato generoso y cordial con los más desfavorec­idos y un sincero deseo de servir a los demás. Es en esta forma que su calidad humana se alimentará y los llevará mucho más lejos que una gran cantidad de dinero, de diplomas o de trofeos ganados a expensas de fomentar su desmesurad­a ambición por sobresalir. Esto será lo que hará posible que logren cultivar la armonía y la solidarida­d en su hogar, en su familia y, por ende, en su vida

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