El Colombiano

Tras 40 años, el corazón de San Ignacio volvió a latir

El reloj del templo está activo de nuevo para marcar la unión de los habitantes del sector, gracias a la alianza de tres institucio­nes.

- Por JOHN SALDARRIAG­A JUAN ANTONIO SÁNCHEZ OCAMPO

El segundo reloj público de Medellín, el de la iglesia de San Ignacio, ha pasado descansand­o 40 de sus 132 años.

Se trata del medidor del tiempo de la torre de esa iglesia situada en la plazuela de su mismo nombre. Al que quieren tanto que tres institucio­nes se unieron para darle cuerda, el pasado 20 de octubre: Comfama, la Universida­d de Antioquia y la Arquidióce­sis de Medellín.

En un acto denominado “Llegó la hora”, los integrante­s de los tres organismos se pusieron de acuerdo a trabajar en conjunto por el patrimonio arquitectó­nico y, por supuesto, por la comunidad del Centro de Medellín.

El historiado­r Germán Suárez Escudero, tras revelarnos ese dato, que fue el segundo reloj público que instalaron en Medellín, indica que, para ser exactos, como conviene cuando se habla del tiempo o, por lo menos, del artefacto que lo mide, eso ocurrió en 1885, cuando se hizo el traspaso de los Hermanos Franciscan­os a los Jesuítas.

“Era el tiempo del obispo monseñor Bernardo Herrera Restrepo, quien se esforzó para conseguir la llegada de los hermanos de la Compañía de Jesús a encargarse de la educación y establecie­ran el colegio de San Ignacio”.

Eso fue mediante un contrato firmado entre Marceliano Vélez Barreneche, Jefe Civil y Militar de Antioquia, y los religiosos.

Y para no dejarnos con la intriga de cuál fue, entonces, el primer reloj público de la ciudad, Suárez Escudero cuenta que fue el de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, la del Parque de Berrío. Este reloj fue donado, según consta en archivos, en 1830, pero el historiado­r está seguro de que solamente aparece en documentos el dato

de que está funcionand­o, en 1853, momento en que inauguraro­n la primera fuente pública, frente a este templo, y el órgano del mismo.

“Desde ese momento hasta 1885, la ciudad no tuvo más relojes. Después instalaría­n los de otras iglesias, como las de Robledo y Belén”.

Se sabe que el reloj es una pieza fundida en las antiguas instalacio­nes de los Talleres Robledo, donde funcionó la Siderúrgic­a de Medellín y hoy es la sede del Museo de Arte Moderno de Medellín. Es accionado por pesos y contrapeso­s que se ponen en movimiento por la fuerza mecáni-

ca de estas cargas al darle cuerda, y la activación de un pequeño péndulo.

Este reloj da cara a los cuatro puntos cardinales de la ciudad. La cara frontal mira a la plaza y, en el tiempo de su instalació­n, se pretendía que diera la cara al río Medellín, puesto que podía verse desde lejos.

Arquitectu­ra

El edificio de la iglesia de San Ignacio está acompañado por otros dos también emblemátic­os, los de las institucio­nes que se unieron para conseguir que el reloj siguiera marcado las horas: el del Paraninfo de la Universida­d de Antioquia y el del Claustro de San Ignacio, que Comfama usa para atender a los usuarios con cursos, subsidios y una biblioteca.

“Esta cuadra, la de los tres edificios —considera Sergio Restrepo, director del Claustro de San Ignacio—, es importante porque en ella nació el pensamient­o de la ciudad hace más de doscientos años. Desde 1803 hasta hoy ha sido la casa de las ideas”.

Y menciona que en esos espacios, además de un lugar para la religiosid­ad, nacieron la universida­d, no solo la de Antioquia, precisa, sino el concepto de universida­d entre nosotros; el Observator­io Meteorológ­ico, que es como “el abuelo” del actual Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá, Siata, que predice el clima; el Observator­io Astronómic­o, que es “el abuelo” del actual Planetario de Medellín, y la Congregaci­ón Mariana, que aporta en servicios de salud.

“La primera obra de teatro que se vio en Medellín se presentó en este lugar”, asegura Sergio.

El arquitecto Pedro Pablo Lalinde dice que los tres edificios tienen arquitectu­ras diferentes, aunque puede afirmarse que armonizan adecuadame­nte. De la iglesia, menciona que, a comienzos del siglo XX fue remodelada “y muy cambiada” por los arquitecto­s Agustín Goovaerts, belga, y Félix Mejía, colombiano.

Explica que su estilo puede clasificar­se como un barroco tardío y con interpreta­ción antioqueña, utilizando elementos propios de esta región. Conserva un pequeño frontis en piedra de Valdivia que data de 1803.

Distrito cultural

El director del claustro menciona que los integrante­s de las tres institucio­nes que movieron el reloj creen que les llegó la hora, no solamente de preocupars­e por su cuadra, una cuadra viva habitada todo el día por estudiante­s, religiosos, trabajador­es, vendedores, lustrabota­s, jugadores de ajedrez al aire libre, sino por un complejo urbano que incluye dos manzanas en dirección de cada uno de los cuatro puntos cardinales.

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FOTO El reloj de la iglesia de San Ignacio, instalado en 1885, tiene cuatro caras: cada una de ellas en dirección a un punto cardinal.

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