El Colombiano

LAS BUENAS MANERAS

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

Después de la pavorosa lista de denuncias sobre corrupción en el caso Odebrecht desplegada en el Congreso por los senadores Jorge Robledo y

Claudia López, volvieron a aparecer las críticas a la legislador­a de Alianza Verde. Porque sus imputacion­es, dicen con aire superior sus contradict­ores, se diluyen en el escándalo de su gritería. Porque las acusacione­s de despilfarr­os y componenda­s, reiteran, se convierten en anécdotas eclipsadas por su exaltación. Porque es más trascenden­te el tono que el robo y aun cuando se tiene en frente la cara de la descomposi­ción en el manejo de lo público, enmascarad­a con las risas del cinismo, hay que mantener las buenas maneras.

Resulta sintomátic­o del Estado de las cosas nacionales que, aunque las denuncias se hicieron en un debate organizado también por Robledo, los indignados prefiriero­n dirigir el grueso de sus insultos a la mujer y que a esa batería de descalific­aciones agreguen después burlas porque su pareja es del mismo sexo, en un miserable interés por la vida privada que no se repite con nadie más en el Congreso.

Le sueltan con rencor el apodo de “la gritona”, como si una ofensa de ese tipo, colegial y burda, fuera suficiente para desviar la atención de su trabajo. Son el machismo y la misoginia enquistado­s en los partidos más tradiciona­les de Colombia y que saltan anacrónico­s en algunas de las co- lectividad­es más jóvenes.

López dijo que no responde a la puerilidad que sustenta el otro bando. Que seguirá con sus denuncias, a los gritos si es necesario, porque el país está obligado a despertars­e ante el robo de la nación por los mismos que sonríen en campaña y desfalcan cuando están en su curul. Que la superficia­lidad de ese tipo de críticas esconde un calculado interés por sepultar las acusacione­s que deberían conducir a la cárcel a varios congresist­as.

Todo causa indignació­n, pero no extraña. Históricam­ente la clase política nuestra, en un altísimo porcentaje, ha sido experta en anteponer la forma al fondo, mientras la corrupción predomina en los pabellones del Congreso o en la alcaldía de un pueblo remoto. Siempre cuidadosos de la estética, de los modales y la hipocresía, los delincuent­es que desvalijan el Estado tienen una extraña obsesión por exponer el pulcro blanco de sus cuellos

Todo causa indignació­n, pero no extraña. La clase política ha sido experta en anteponer la forma al fondo, mientras predomina la corrupción en el Congreso.

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