¿SE DIRÁ LA VERDAD?
En tanto el país discute acaloradamente el momento en que las Farc pueden legalmente asistir al Congreso –a arrellanarse cómodamente en las curules donadas por el Acuerdo habanero– la opinión pública se prepara para digerir la composición y resultados de quienes conformarán la Comisión de la Verdad. Uno de los más grandes desafíos de este proceso que podrá cambiar, para bien o para mal, la historia de Colombia.
Esa comisión deberá esclarecer los orígenes, las razones, los hechos y los actores que por acción u omisión llevaron al país a esta guerra que desde hace tantos años ha llenado de cruces, y de víctimas que arrastran sus secuelas y miserias por pueblos y campos colombianos. Tendrá la obligación de escribir la historia real, sin ficción o hipocresía, con independencia y precisión, labor dispendiosa que exige analistas e investigadores ecuánimes, sin sesgos ideológicos, sin fantasías, sin cargas emocionales que puedan alterar la verdad. Si falta a ese compromiso, simplemente repetiría otro melodrama, para reencauchar nuevos factores de rupturas y conflictos.
Por la lista que se ha dado a conocer de convocados a integrar la Comisión, así no tenga el carácter de institución judicial, invocamos el beneficio de la duda sobre su imparcialidad. Hay personajes llenos de títulos profesionales, de pasantías por universidades extranjeras prestigiosas, pero que no se han distinguido por su probidad e idoneidad en la consideración objetiva de los fenómenos que han sacudido al país en tantos años de violencia. Hay figuras extranjeras, simpatizantes de aquellos movimientos ideológicos que siguen sacudiendo o que alguna vez conmovieron los cimientos del sistema democrático de sus naciones. También colombianos que en sus columnas periodísticas han sido proclives a la subversión, interesados en derrumbar lo que ellos consideran un Estado ilegítimo e injusto y una historia nacional llena de mentiras y exageraciones.
Colombia requiere revisar su historia para hacerla más imparcial, objetiva, real, confiable. Pero no garabatear una historia torcida hacia la izquierda como se podrá ahora pretender con el argumento de reconstruirla. Escribirla y estacionarla en polos de extremas es seguir mintien- do y deformando la verdad. Es persistir en el círculo vicioso de los sesgos, de los engaños, de las hipérboles y de los sofismas.
Así que muchos interrogantes surgen al conocerse los nombres de los 34 convocados a las entrevistas para conformar la Comisión de la Verdad. Y muchas dudas y no pocas incertidumbres. Porque su compromiso es el de hacer una historia imparcial y no el de volcarle la exclusiva responsabilidad y autoría de crímenes y delitos de lesa humanidad al Estado y a la sociedad colombiana. ¿Se atreverá a sindicar y a tocar a la subversión? ¿Será realmente una Comisión de la Verdad –palabra que está en crisis en Colombia en donde abunda la mentira oficial– incontaminada del protagonismo e influencia de los mamertos que en vez de dejar un legado histórico confiable, respetable y éticamente correcto, abrirá una brecha más de discordias y rupturas?
Por la lista que se ha dado a conocer de convocados a integrar la Comisión, así no tenga el carácter de institución judicial, invocamos el beneficio de la duda sobre su imparcialidad.