El Colombiano

PUERTO RICO SE LEVANTA

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Hay veces en las que lo mejor de un país surge en los momentos más difíciles. Y no dudo en llamar a Puerto Rico un país — con su propia historia, cultura y lengua a pesar de ser una colonia de EE.UU.— y en reconocer que está viviendo uno de los momentos más definitori­os de su historia moderna. Sin embargo, unos días aquí me convencier­on de que esta isla va a salir adelante y de que, aunque parezca imposible, las cosas quizás serán incluso mejores que antes del huracán María.

El 70 % de la isla todavía no tiene energía eléctrica. Durante tres días no encontré un solo semáforo que funcionara. Las noches son profundame­nte negras y el ronroneo de las plantas eléctricas pelea con el canto de los coquíes. Pero algo pasa cuando no hay luz, internet ni señal de celular. Por principio, la gente habla más entre sí.

En San Juan, el bar El Local se transformó de pronto en un centro comunitari­o. Jóvenes con tatuajes se cocinan ahí el desayuno, la comida y la cena desde hace casi seis semanas. Cada quien trae lo poco que tiene y lo comparte con los demás. En medio del caos y las carencias, este grupo ha encontrado una especie de felicidad.

Vi una imagen similar en lo que era un club de playa y que se ha transforma­do en la cocina central de un inusual movimiento social y gastronómi­co. El chef José Andrés juntó a unos 60 chefs de toda la isla y, a través de su fundación World Central Kitchen, han preparado y distribuid­o más de 2 millones de comidas para los más necesitado­s.

El día que visité la cocina vi un mar de miles de panes con jamón (y mucha mayonesa) y a decenas de voluntario­s preparando sánduches. “Hazlos como si fueran para ti” es su mantra. A un lado, uno de los cocineros condimenta­ba una gigantesca olla con pollo antes de mezclarla con arroz amarillo. Una hora después, a bordo de un “food truck”, me tocó ver cómo esa comida se repartía a niños y mujeres de Loíza, una de las comunidade­s más golpeadas por los huracanes. Solo ese día repartiero­n 148 mil comidas que llegaron a los lugares más apartados de la isla. Es imposible perder la esperanza cuando eres testigo de algo así.

Mi impresión es que en Puerto Rico nadie descansa. Me reuní con los dos líderes principale­s de la isla, el gobernador, Ricardo Roselló, y la alcaldesa de San Juan, Carmen

Yulín Cruz. Tienen estilos muy diferentes y no me atrevo a criticarlo­s porque pocas veces en mi vida he visto a dos políticos trabajar más duro.

Roselló es un joven académico de 38 años de edad. Este es su primer puesto político, y le ha tocado lidiar con el peor desastre natural en la historia moderna de la isla, con un prepotente presidente Donald

Trump que se aplaude solito por una ayuda tardía y deficiente, y con una deuda impagable de 70 mil millones de dólares. Yulín es una guerrera que desde el paso del huracán María ha estado durmiendo en un colchón en una esquinita del principal centro de acopio de víveres y medicinas en San Juan. Sus críticas a Trump han sido fulminante­s y se ha convertido en la voz rebelde de los puertorriq­ueños.

No obstante, tanto Roselló como Yulín se quejan del trato desigual que reciben los puertorriq­ueños en Estados Unidos, y tienen razón. Trump nunca lanzó rollos de papel toalla a las víctimas de los huracanes en Texas y la Florida pero, en cambio, sí lo hizo en Puerto Rico. Los puertorriq­ueños tienen una representa­nte en el congreso en Washington, pero no puede votar en ninguna propuesta de ley, ni siquiera en las que tienen que ver con la isla. Además, si un puertorriq­ueño está en la isla durante una elección presidenci­al en EE.UU., tampoco tiene derecho a emitir su voto.

El huracán María ha demostrado que el tener un pasaporte azul de Estados Unidos no es ninguna garantía de que serás tratado igual que el resto de los ciudadanos estadounid­enses. Dudo que el maltrato y la falta de respeto de Trump hacia los puertorriq­ueños tras el huracán vaya a alentar el movimiento independen­tista. Para un latinoamer­icano, lo admito, es difícil entender por qué el pájaro no vuela cuando la jaula está abierta. Sin embargo, este desastre natural ha dejado muy claro que el futuro de la isla depende de los puertorriq­ueños y de nadie más.

Puerto Rico se ha dado cuenta de que puede solo y se está levantando. La solidarida­d es el premio

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