La fórmula del mercadeo
Siempre hemos afirmado que entender lo que es el mercadeo no es tan complicado como aplicarlo, porque no siendo una ciencia de las llamadas exactas no existen fórmulas y no puede garantizarse ningún resultado por ser una actividad que presenta tantas variables exógenas, y que además tiene una altísima dependencia del comportamiento humano, lo que hace que se constituya en un proceso interminable de relacionamiento, estimulación, educación, conocimiento mutuo, mantenimiento de interés, bloqueos, etc. Pero, fórmulas, como tales, no existen sino para medir ciertos indicadores de rendimiento de inversión y similares. Son muchos los libros que se han escrito sobre las experiencias de quienes han sido exitosos y aquellos que no han logrado lo que pretendían o sufrido fracasos con las diferentes aplicaciones que de él han hecho, lo cual no pasa de ser ilustrativo y anecdótico, porque los mercados, y las condiciones (ambientes) no son los mismos en ningún caso. En estas épocas de dificultad, que ojalá se pueda dejar atrás, no son pocos los consejos que se dan para “salir de la crisis”, en libros, artículos, tratados, casos de estudio y lo que se quiera, haciendo aparecer actuaciones como “fórmulas”, como el otorgamiento de créditos más amplios, y/o a plazos más extendidos, los famosos programas de fidelización y promociones, generalmente atractivos para atraer nuevos clientes, pero poco, muy poco para los que han sido ”fieles”, debido a que generalmente no son tan beneficiarios de esas dizque fórmulas. Ahora, no es lo mismo hablar de abarrotes que de productos de tecnología; ni de canasta familiar que de automóviles o servicios de talleres y actividades profesionales. Tampoco es igual cuando la referencia es sobre mercados de consumo que industriales o materias primas, ni de hacer las cosas en Medellín que en Bogotá o en pequeñas poblaciones, pues la cultura también es un elemento fundamental en mercadeo. Tampoco puede trabajarse de la misma manera cuando el mercado es de los que algunos llaman de “clientes abonados”, como son los socios de un club, los subscriptores de un programa, los clientes de la medicina prepagada, etc., o clientes “por obligación”, como sucede con algunos bancos, en los cuales las personas necesariamente tienen que abrir cuentas, muchas veces sin querer, por múltiples razones. Los mercados de la religión, la política, el deporte, etc., también hay que considerarlos. Pero, la realidad, como desde hace mucho se ha dicho, pero poco se ha practicado, nos ha enseñado que existe solamente una fórmula verdadera y aplicable en todos los casos del mercadeo, y quizá la única, como siempre afirmó el español Joseph Chías: el mercado son personas, humanas, y como tales deben ser tratadas.