FACT-CHECKING EDITORIAL
No existen opiniones “verdaderas” o “falsas”. A pesar de su carácter subjetivo, las argumentaciones (editoriales, ensayos, columnas, etcétera) son como edificios que se asientan sobre pilares, los cuales deben corresponder a hechos reales, objetivos, verificables. Objeto de contraste.
En pleno apogeo de las noticias falsas, los medios de comunicación deberían contar con una unidad de verificación de datos (fact-checking) que actúe sobre todo el espectro de los géneros periodísticos: informativos, interpretativos, de opinión.
Lejos de estar eximida, la opinión es más delicada: la firma de quien opina es garantía para el lector, prenda de credibilidad.
Tal vez, el antecedente más remoto de estos equipos de verificación se remonta al año 1913, cuando Ralph Pulitzer – hijo de Joseph Pulitzer– e Isaac White inauguraron en el World la “Oficina de exactitud y juego limpio”. ¿Destinar unidades de factchecking solo para cazar la “mala fe”?
Todo columnista es susceptible de caer en el error, es natural. Empecemos por casa: hace dos semanas publiqué una imprecisión –yo misma la detecté, demasiado tarde–. Escribí que una representante a la Cámara era senadora. El yerro, involuntario, solo se corrigió en la web. Eso es revisión editorial, básica.
La tarea de una unidad de fact-checking es más robusta. No guarda relación con la censura: es compromiso con la verdad. Que lo digan medios como Der Spiegel o The New York Times…
Este domingo, Rafael Nieto publicó la columna “‘Paz’, coca y fuerza pública”. Defendió una opinión absolutamente respetable: atacar el proceso de paz bajo los tres aspectos que enuncia el título.
Más allá de su carácter debatible, algunas bases argumentativas no pasan la prueba de verificación. Un par de ejemplos:
1). Nieto escribió: “El argumento de que la Agencia contra el cáncer de la OMS dijo que el glifosato “podría” generar linfoma No Hodgkin es falaz”.
He aquí el enlace de “Las apreciaciones al informe emitido por la IARC y su potencial impacto en el uso del herbicida glifosato en Colombia”, elaborado por el Instituto Nacional de Salud. El punto 4.1 expone cuatro estudios en humanos que arrojan evidencias (vale decir: uno de ellos sugiere estudios adicionales): https://goo.gl/5XgYrX
Aquí el informe de la OMS, que efectivamente existe y se refiere a un estudio originalmente publicado por The Lancet Oncology, en 2015: https://goo.gl/7EpxAA
(Podría continuar con la sentencia T-236/17 de la Corte Constitucional).
2). El precandidato del Centro Democrático dice que el Eln y las bandas criminales son “cada vez más poderosos”. ¿Qué es “poder”? ¿Combatientes? ¿Territorios?
El general de las Fuerzas Militares, Juan Pablo Rodríguez, dijo a Verdad Abierta: “El Eln está integrado aproximadamente por 1.500 hombres en armas, con injerencia delictiva en algunas zonas remotas de los departamentos de Arauca, Norte de Santander, Sur de Bolívar, Noreste Antioqueño, Chocó, Cauca y Nariño. Recientemente se ha conocido presencia en Vichada […]”. Hace un par de décadas, el Eln contaba con 4.700 combatientes. Analistas aseguran que parte de la reducción obedece al paramilitarismo de finales de los noventa, en el Bajo Cauca antioqueño, el sur de Bolívar y el Catatumbo; además del fortalecimiento de la Fuerza Pública desde 2000.
Observemos las bandas criminales: ¿quién le mandó una carta al presidente (03/09/2017) expresando su deseo de someterse? Dairo An
tonio Úsuga, alias Otoniel, líder del clan del Golfo. ¿Por qué? Porque tres días antes alias Gavilán, segundo al mando de esa estructura, había muerto en un operativo de las autoridades.
Una cosa es disentir de la opinión ajena. Otra, muy distinta, es erigir una opinión (subjetiva) sobre hechos (objetivos) que no corresponden a la realidad
Los medios deberían contar con la unidad de verificación de datos.