SOBRE TANTA COMPETENCIA
Estación Colapso, a la que todos llegan haciendo lo mismo y agotan lugares debido a que se multiplican como los hongos en el bosque o los que atisban por las ventanas, los que soperean la caída de un clavo o son como el moho en los humedales o las humedades, sumadas una tras otra, cuando los techos están rotos y las paredes mal hechas, no haciendo más que juntarse hasta que la estructura se cae. Y en esto de las multiplicaciones de lo mismo, abundan los fantasmas, los ratones (descendemos de un roedor, dicen los científicos), las telas de araña, las escaleras al cielo y los precios de las cosas, lo que amplía el colapso, pues hay que salir a ajustar lo que se gana para poder vivir (si es que eso es vida) como dicen los avisos, que multiplican emociones y deudas. Y para vivir según las emociones, así uno se ponga chiquito de todo lo que debe, hay que salir al rebusque, levantarse temprano y acostarse tarde, estirar domingos y entrenarse en coaching para que no seamos como somos sino otros. (¿?).
Los teóricos de la competencia sostienen que esta nos mejora y hace más creativos, pues confrontados rendimos más. Y puede ser cierto, si nos dedicamos a cosas complejas que contengan ciencia y objetivos claros para hacerse a un espacio no logrado hasta ahora. La tecnología de punta, la inteligencia artificial, por ejemplo, están en esa tarea. Pero cuando la competencia es simple y creciente (transporte, comida, maromeros en los semáforos, adivinadores de la suerte, políticos), y lo que se hace es lo mismo y de ahí no se pasa, ya el asunto no es competencia sino saturación de mercados, proliferación de oferta sin crecimiento de demanda y desespero. Alguna señora dijo una vez: como cuando los fríjoles ya no caben en la olla y los ponen a hervir, que más que caldo producen espuma y quemones.
En estos países del tercer mundo, donde se habla de ciencia careciendo de industria (por eso nos miran con curiosidad), la proliferación de vendedores ambulantes, bares (si el país está mal, ponga un bar, leí en una novela), comederos de lo que sea, salas de masajes, conductores, predicadores y demás plebe sufriente, hacer lo mismo es la constante. Nadie se preocupa por mejorar o buscar qué falta, sino qué copia. Y en esto de copiar (García Márquez al menos le puso imaginación a lo que copió), no hay preguntas (lo que hace una real competencia) sino calcos, paradigmas de haga lo mismo para que no crean que usted es menos, etc. Y bueno, con tanta gente que solo copia lo que hace el otro, los espacios públicos se llenan, las vías se revientan y toda esta mismidad, en ajetreo constante, llega al tope y pide milagros. Y no hay.
Acotación: Una cosa es la libertad de oficios y el derecho al trabajo, y otra que unos y otros traten de quitarse los clientes en un mercado saturado por la oferta. Es decir, se quiere ocupar el lugar del otro y, como no se puede, lo que era uno se altera, gana ya menos y lo que sigue es el colapso, la frustración y todos esos avisos que ofrecen servicios y más servicios (para ser felices, dicen) y no trabajo y diversidad para desarrollar el país
Una cosa es la libertad de oficios y el derecho al trabajo y otra que unos y otros traten de quitarse los clientes.