CÓMO DETENER A LOS DEPREDADORES QUE NO SON FAMOSOS
Un nuevo tipo de solidaridad es posible a través de los sectores para acabar con el abuso sexual en campos agrícolas, restaurantes, salas de redacción, sets de grabación de cine...
Quienes estamos en los medios y las artes hemos sentido placer al ver la caída de editores antes intocables, productores y comediantes que todo el mundo sabía eran asquerosos pero pocos podían confrontar.
¿Pero qué hay de las mujeres que son asaltadas sexualmente por hombres que no son ni un poco famosos? Es poco probable que a muchos periódicos les importe un cochino manager del turno de la noche en el Denny’s local.
El hecho es que el acoso sexual se trata más de poder que de sexo; cualquier industria con extremos diferenciales de poder puede ser afligida por él. “Crear conciencia” es crucial pero no es suficiente.
La industria del servicio, donde más de la mitad de los trabajadores son mujeres, está plagada especialmente por el acoso sexual. El trabajo con propina es notorio: si usted tiene que complacer al cliente para que le paguen, constantemente tiene que decidir entre defenderse a sí mismo o pagar el arriendo. El Centro de Oportunidades en Restaurantes, un grupo defensor de los salarios justos y mejor trato para trabajadores, informa que una mayoría de empleados de restaurantes son acosados sexualmente cada semana.
Empleados domésticos son otro grupo especialmente vulnerable. Con frecuencia son mujeres inmigrantes de color, a veces sin estatus legal de inmigración, a veces viven en las casas de sus empleadores. Esta combinación las hace sujetas de manera especial a acoso e intimidación. Una mayoría de las granjeras, quienes frecuentemente trabajan aisladas en el campo, han sufrido acoso sexual o asalto.
Para aquellas mujeres, avergonzar a sus jefes en Twitter o ir a un periódico es, por desgracia, rara vez una opción: si el depredador no tiene un gran perfil público, pocos notan la denuncia, excepto, tal vez, el tipo con el poder de despedir a la persona quejándose. Es por eso que las mujeres en estos campos a menudo toman otra ruta: acción colectiva.
La Coalición de Trabajadores de Immokalee, una organización de derechos humanos dirigida por trabajadores con sede en la Florida, por ejemplo, ha incorporado reglas y sanciones de acoso sexual en su Programa de Alimentos Justos, el acuerdo laboral alcanzado después de una enorme lucha contra las compañías de comida rápida. Ha funcionado. La coalición dice que ha logrado que 23 supervisores sean disciplinados por acoso y nueve despedidos. “Los patrones e incluso los productores de la industria agrícola no son figuras públicas, por lo que la vergüenza pública no hace nada para cambiar su comportamiento”, me dijo Ju
lia Perkins, vocera de los Trabajadores de Immokalee.
Por su parte el Centro de Oportunidades en Restaurantes está liderando una campaña para eliminar las propinas y reemplazarlas con un salario mínimo justo. La idea es utilizar el poder colectivo para reestructurar la dinámica del poder en industrias completas.
Estos organizadores se destacan en una gran tradición. La primera lucha laboral estadounidense dirigida por mujeres fue iniciada por adolescentes que trabajaban en fábricas en Lowell, Massachusetts, en la década de 1830. Una de sus principales quejas fue el acoso sexual y el asalto de los supervisores, que las dejó humilladas, enfurecidas y, a menudo, embarazadas.
El acoso sexual siguió siendo uno de los enfoques de las campañas sindicales a medida que Estados Unidos se industrializó, pero las mujeres trabajadoras siempre han sabido que nadie lucha contra un jefe asqueroso sola. Un sindicato no es, claro, una solución mágica contra el acoso. El abuso puede suceder dentro de un sindicato también.
Grupos como los Trabajadores de Immokalee, por ejemplo, muestran cómo se puede incorporar la lucha contra el acoso con las demandas formuladas por hombres y mujeres que luchan juntos.
Mientras tanto, en lugares de trabajo por todo el país, el poder sobre otros sigue cultivando el abuso sexual.
Las mujeres pueden ponerle fin a esto no solo organizando sus propios lugares de trabajo sino apoyando a otros que están organizando o transformando los sindicatos. La fuerza creciente de las mujeres en los lugares de trabajo desde campos agrícolas hasta restaurantes, salas de redacción, sets de grabación de cine, significa que un nuevo tipo de solidaridad es posible a través de los sectores