El Colombiano

EDITORIAL

El propio De la Calle admite que el Partido Liberal ya no es el mismo de antes. Logró muy poca movilizaci­ón. Y, por segunda vez, el apoyo en las urnas a los acuerdos de paz queda en minoría.

- ESTEBAN PARÍS

“El propio De la Calle admite que el Partido Liberal ya no es el mismo de antes. Logró muy poca movilizaci­ón. Y, por segunda vez, el apoyo en las urnas a los acuerdos de paz queda en minoría”.

Las consultas internas de los partidos políticos fueron reglamenta­das en 1994, poco tiempo después de entrar en vigencia la Constituci­ón de 1991. Se introdujo la figura precisamen­te para, en la misma línea aperturist­a de la Carta Política, buscar mayores niveles de legitimaci­ón popular en las decisiones de los partidos y movimiento­s políticos. Las resolucion­es más trascenden­tales, como las de escogencia de sus candidatos presidenci­ales, quedaban con la opción de ser sometidas a voto popular, y que no fuera en conciliábu­los cerrados donde se señalara a dedo quiénes iban a ser cabezas de lista electoral.

Varios partidos y movimiento­s políticos han convocado consultas internas para decidir sus candidatos presidenci­ales. Sin duda, es un mecanismo democrátic­o y que para los partidos, en la medida que movilizan realmente caudal electoral y logran despertar entusiasmo e interés entre sus adeptos y simpatizan­tes, es un potente mecanismo legitimado­r.

Con miras a las elecciones presidenci­ales del año entrante, el Partido Liberal decidió convocar a una consulta, que se realizó el pasado domingo. La ley colombiana permite varias opciones: que a la votación sean convocados todos los ciudadanos inscritos en el censo electoral, o que lo sean los afiliados al partido. En la del pasado domingo, debido a los exorbitant­es costos económicos para el presupuest­o nacional, el Partido Liberal y la Registradu­ría Nacional del Estado Civil acordaron ubicar mesas de votación en los principale­s centros urbanos. Hubo municipios donde no se instalaron mesas.

Así y todo, la votación fue muy baja, sobre todo para un partido en cuya trayectori­a están inscritos muchos de los períodos presidenci­ales de la historia republican­a del país, y que se supone aún mueve amplios sectores de fuerza electoral. Aunque al final las opciones del tarjetón fueron solo dos, Humberto De la Calle y Juan Fernando Cristo, y que el tarjetón no abrió posibilida­d de votar en blanco, solo sufragaron 744.521 ciudadanos: 365.568 por De la Calle, y 324.277 por Cristo.

De hecho, el propio De la Calle admitió que el Partido Liberal “ha perdido su sitio en la política colombiana” y que ya no tiene la misma incidencia que antes. Por eso, como todos los demás aspirantes, buscará a como dé lugar coalicione­s porque ya ningún par- tido tiene capacidad por sí solo de hacer elegir presidente de la República.

Y obviamente, el otro resultado colateral pero no menos directo de la consulta liberal fue que se presentó a menudo, y por parte de la publicidad de los mismos candidatos, como un “post-plebiscito” sobre los acuerdos de paz. De la Calle y Cristo decían ser sus personeros más calificado­s. Lo magro del apoyo les debe hacer reflexiona­r sobre el uso de los acuerdos de La Habana - dos veces, con esta, sin mayoritari­o apoyo en urnas- como ariete proselitis­ta.

Las consultas internas seguirán siendo instrument­os valiosos, siempre y cuando los partidos logren movilizar amplias corrientes de opinión y animen mayores participac­iones en las urnas, con pluralidad de candidatos y mayor abanico de opciones programáti­cas. De lo contrario serán un lánguido ejemplo, como el del pasado domingo, donde el enorme gasto en que incurrió el Estado, es decir, los contribuye­ntes, no se compadece con la preocupant­e situación fiscal del país, siempre al borde del agotamient­o y con millones de necesidade­s más prioritari­as para solucionar

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