EDITORIAL
El propio De la Calle admite que el Partido Liberal ya no es el mismo de antes. Logró muy poca movilización. Y, por segunda vez, el apoyo en las urnas a los acuerdos de paz queda en minoría.
“El propio De la Calle admite que el Partido Liberal ya no es el mismo de antes. Logró muy poca movilización. Y, por segunda vez, el apoyo en las urnas a los acuerdos de paz queda en minoría”.
Las consultas internas de los partidos políticos fueron reglamentadas en 1994, poco tiempo después de entrar en vigencia la Constitución de 1991. Se introdujo la figura precisamente para, en la misma línea aperturista de la Carta Política, buscar mayores niveles de legitimación popular en las decisiones de los partidos y movimientos políticos. Las resoluciones más trascendentales, como las de escogencia de sus candidatos presidenciales, quedaban con la opción de ser sometidas a voto popular, y que no fuera en conciliábulos cerrados donde se señalara a dedo quiénes iban a ser cabezas de lista electoral.
Varios partidos y movimientos políticos han convocado consultas internas para decidir sus candidatos presidenciales. Sin duda, es un mecanismo democrático y que para los partidos, en la medida que movilizan realmente caudal electoral y logran despertar entusiasmo e interés entre sus adeptos y simpatizantes, es un potente mecanismo legitimador.
Con miras a las elecciones presidenciales del año entrante, el Partido Liberal decidió convocar a una consulta, que se realizó el pasado domingo. La ley colombiana permite varias opciones: que a la votación sean convocados todos los ciudadanos inscritos en el censo electoral, o que lo sean los afiliados al partido. En la del pasado domingo, debido a los exorbitantes costos económicos para el presupuesto nacional, el Partido Liberal y la Registraduría Nacional del Estado Civil acordaron ubicar mesas de votación en los principales centros urbanos. Hubo municipios donde no se instalaron mesas.
Así y todo, la votación fue muy baja, sobre todo para un partido en cuya trayectoria están inscritos muchos de los períodos presidenciales de la historia republicana del país, y que se supone aún mueve amplios sectores de fuerza electoral. Aunque al final las opciones del tarjetón fueron solo dos, Humberto De la Calle y Juan Fernando Cristo, y que el tarjetón no abrió posibilidad de votar en blanco, solo sufragaron 744.521 ciudadanos: 365.568 por De la Calle, y 324.277 por Cristo.
De hecho, el propio De la Calle admitió que el Partido Liberal “ha perdido su sitio en la política colombiana” y que ya no tiene la misma incidencia que antes. Por eso, como todos los demás aspirantes, buscará a como dé lugar coaliciones porque ya ningún par- tido tiene capacidad por sí solo de hacer elegir presidente de la República.
Y obviamente, el otro resultado colateral pero no menos directo de la consulta liberal fue que se presentó a menudo, y por parte de la publicidad de los mismos candidatos, como un “post-plebiscito” sobre los acuerdos de paz. De la Calle y Cristo decían ser sus personeros más calificados. Lo magro del apoyo les debe hacer reflexionar sobre el uso de los acuerdos de La Habana - dos veces, con esta, sin mayoritario apoyo en urnas- como ariete proselitista.
Las consultas internas seguirán siendo instrumentos valiosos, siempre y cuando los partidos logren movilizar amplias corrientes de opinión y animen mayores participaciones en las urnas, con pluralidad de candidatos y mayor abanico de opciones programáticas. De lo contrario serán un lánguido ejemplo, como el del pasado domingo, donde el enorme gasto en que incurrió el Estado, es decir, los contribuyentes, no se compadece con la preocupante situación fiscal del país, siempre al borde del agotamiento y con millones de necesidades más prioritarias para solucionar