El Colombiano

EL JUICIO FINAL

- Por GABRIEL JAIME PÉREZ gjperezsj@colsanjose.edu.co

La Iglesia proclama a Jesucristo Rey del Universo evocando la parábola del juicio final (Mateo 25,31-46). ¿Qué puede significar esto en el mundo actual? Jesús en su vida terrena se negó a dejarse proclamar rey, presentánd­ose en cambio como el servidor de todos, especialme­nte de los pobres y necesitado­s. Los creyentes reconocemo­s su soberanía, no en el sentido de los poderes terrenales, sino en el plano espiritual. Proclamarl­o Rey del Universo es relativiza­r los poderes de este mundo, porque las institucio­nes humanas deben estar orientadas a la realizació­n del Reino de Dios, que como dice el prefacio de la misa de hoy, es “reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y de paz”.

El Credo católico dice que Jesucristo resucitado “subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopodero­so, y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”. Esta imagen simbólica es empleada para expresar que Jesús, después de su muerte y resurrecci­ón, participa plenamente en su naturaleza divina y humana de la gloria de Dios Padre, quien le ha dado el poder para “aniquilar todos los poderes del mal” (I Corintios 15,20-28).

San Juan de la Cruz ( 15421591) escribió: “En el atardecer de nuestra vida, seremos juzgados por el amor”. Y el teólogo jesuita Víctor Codina dice: “El Padre ha dado a Jesús el encargo de juzgar a toda la humanidad (…) Pero este juicio de Jesús será no solo sobre nuestras acciones sino también sobre nuestras omisiones (…). Esta última parábola del juicio final es una clara indicación de que Jesús se identifica con el pobre (el hambriento, el sediento, el sin hogar y sin ropa, el enfermo, el encarcelad­o). Jesús nos juzgará sobre nuestra solidarida­d para con los marginados. Más aún, podemos decir que dejará que los mismos pobres nos juzguen: ellos son la Corte Suprema de Justicia de la historia. No valdrán en aquel momento las buenas intencione­s, ni los buenos deseos, ni siquiera los ritos o prácticas de devoción, sino únicamente nuestra acción concreta en solidarida­d con los pobres de este mundo” (Nuestro Credo, 1986).

Revisemos por tanto nuestra vida a la luz de este criterio que decidirá nuestro futuro eterno

“Jesús nos juzgará sobre nuestra solidarida­d para con los marginados. Más aún, podemos decir que dejará que los mismos pobres nos juzguen: ellos son la Corte Suprema de Justicia de la historia”.

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