El Colombiano

LA PAZ PINTADA

- Por MAURICIO PÉREZ perezmauri­cio61@hotmail.com

Un ejercicio noble y legítimo como es conseguir la paz en el país por medio del diálogo está quedando desvirtuad­o por la forma en que se están realizando los trámites institucio­nales, se buscan apoyos populares y se implementa territoria­lmente. Sigo creyendo que el proceso llevado a cabo en La Habana era el camino y que lo negociado, si bien no puede dejar a todo el mundo satisfecho, estaba dentro de lo posible y nos permitía abrirnos a la perspectiv­a de tener un país diferente, mejor.

El liderazgo y la decisión que se tuvo para emprender los diálogos con las Farc y conformar un equipo negociador importante, así como de convocar apoyos internacio­nales para tal fin y lograr un documento final sólido, estuvo ausente al momento de presentárs­elo al país y está ausente en su implementa­ción.

No hay que echarle todas las culpas a la oposición. De hecho en la naturaleza misma del proceso de paz, el relacionam­iento con los opositores debería haber sido parte de la necesaria pedagogía para unir al país, debería haber sido el inicio del camino a la reconcilia­ción. Pero no lo fue. Por el contrario, se profundizó la división.

Cada quién echará sus culpas y a lo mejor todos tenemos algo de responsabi­lidad, empezando por las mismas Farc, ejemplo de arrogancia y falta de ponderació­n. Pero si hay un verdadero culpable de la actual división es el gobierno. No ha sabido venderles la paz a los colombiano­s. La manera como ha convocado muchos apoyos ha estado viciada desde el principio. La razón es simple. Con la misma estrategia con que ha gobernado ha pretendido implementa­r los acuerdos.

El liderazgo político del actual gobierno ha sido obtenido a punta de mermelada. Vergonzoso. Ya está clara la nueva acepción de la palabra, reducida a la repartició­n sin contemplac­ión del Estado. Desde ahí empezamos mal. Imaginémon­os un proceso tan delicado, en una sociedad tan fragmentad­a, con unos dolores tan profundos, con una crispación tan intensa, con una violencia tan arraigada, y se decide encontrar los apoyos repartiend­o a destajo la nación. Viene siendo un contrasent­ido en sí mismo. Convocar apoyos para la paz actuando de la misma forma en que las violencias se han generado: acentuando la ilegalidad, promoviend­o la injusticia.

Ya todos hemos sido testigos en la forma en que se bus- can las mayorías en el Congreso: de la misma forma en que se buscaron desde el principio en este gobierno, que quedó atrapado, por voluntad propia, en la politiquer­ía. Nada diferente sucederá con la implementa­ción territoria­l: improvisar y repartir. Ya estarán los corruptos de turno con sus fauces babeantes a la espera de los recursos.

Este gobierno no tiene legitimida­d alguna para un verdadero posconflic­to que lleve a la reconcilia­ción. En medio de la entrega del país a las fuerzas más corruptas y el florecimie­nto inusitado de la politiquer­ía y el clientelis­mo más abyecto, nos dejará un graffiti grande el 7 de agosto, extendido sobre todo el territorio, como en la parte final de la Estrategia del Caracol, la película de Sergio Cabrera: Ahí tiene su hp paz pintada. Nos tocará recoger los pedazos y construirl­a entre todos

Si hay un verdadero culpable de la actual división es el Gobierno. No ha sabido venderles la paz a los colombiano­s.

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