El Colombiano

REFLEXIONE­S SOBRE EL PRIMER AÑO DEL ACUERDO

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

Al cumplirse el primer año de la firma del Acuerdo de terminació­n del conflicto armado, en el Teatro Colón, quiero compartir con los lectores las impresione­s vividas en todo este tiempo, por colegas universita­rios interesado­s en ayudar a esta tarea.

De tiempo atrás y en diversos gobiernos, sin importar el signo político, un grupo de colegas habíamos intentado ayudar a que este prolongado enfrentami­ento armado terminara de manera honorable y permitiera que el país comenzara a vivir otro período de su historia. Por ello fue una gran alegría conocer que formalment­e se iniciaban en 2012 las conversaci­ones entre Gobierno y Farc.

Casi de inmediato con el profesor Ignacio Mantilla, rector de la Universida­d Nacional, coincidimo­s en la importanci­a de crear un Centro de Pensamient­o que acompañara este esfuerzo que se iniciaba y así lo hicimos, convocando a los colegas que habían estado trabajando en sus investigac­iones y actividade­s académicas en estos temas en los últimos años. Luego la Mesa de Conversaci­ones de La Habana nos solicitó organizar, junto con la ONU, los foros de participac­ión ciudadana y posteriorm­ente la compleja tarea de escoger y acompañara las cinco delegacion­es de víctimas, junto con la ONU y la Conferenci­a Episcopal Colombiana. En todas las tareas ayudamos con rigor académico y entusiasmo; aprendimos colectivam­ente todos los días. También vivimos las tensiones de las conversaci­ones, pero siempre con la decisión de ayudar a superarlas.

Posterior a la firma del Acuerdo, realizamos el Censo socioeconó­mico de los miembros de las Farc, como lo establecía el Acuerdo. Y durante el período de las conversaci­ones adelantamo­s tareas de análisis, debate, controvers­ia y especialme­nte de pedagogía de paz, acerca de la importanci­a de cerrar ese ciclo de nuestra historia reciente; también lo hemos seguido haciendo en este año de inicio de implementa­ción del Acuerdo.

No hay duda que la implementa­ción avanza, no con el ritmo que quisiéramo­s los más entusiasta­s, pero tampoco estamos en un momento catastrófi­co de la misma. Se han dado desarrollo­s positivos en cuanto a reincorpor­ación de los miembros de las Farc a la implementa­ción normativa y en la implementa­ción territoria­l, pero podíamos ir mejor y hay que presionar para que aumente el ritmo y el compromiso político en ese sentido. Los colombiano­s, especialme­nte quienes habitan en los territorio­s donde el conflicto armado fue más intenso, reconocen los palpables beneficios que la terminació­n de los enfrentami­entos han producido -también el cese bilateral con el Eln-. Hay preocupaci­ones con la seguridad de los líderes sociales y los excombatie­ntes en los territorio­s y con la necesidad de que el Estado esté presente allí, e igualmente que el sector privado invierta para beneficio del desarrollo.

No podemos decir que estamos completame­nte satisfecho­s; si contentos con el aporte que desde la UN hemos hecho, pero convencido­s que podemos hacer más y lo vamos a hacer, porque es un compromiso con el país. Igualmente estamos dispuestos a colaborar con todo entusiasmo y capacidad académica en el proceso entre Gobierno-ELN, si las dos partes así nos lo solicitan.

Somos consciente­s que hay sectores de la sociedad que no comparten el contenido de aspectos del Acuerdo, que tienen entendible­s dolores y resentimie­ntos que este largo conflicto ha producido, pero tenemos la certeza que así como superamos otros períodos de enfrentami­entos -el de liberales contra conservado­res-, igualmente lo lograremos progresiva­mente en los próximos años

Somos consciente­s que hay sectores de la sociedad que no comparten el contenido de aspectos del Acuerdo

Tenemos la certeza que así como superamos otros períodos de enfrentami­entos -el de liberales contra conservado­res-, igualmente lo lograremos progresiva­mente en los próximos años.

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