El Colombiano

CONTRADICC­IÓN EN LOS TÉRMINOS

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Entre las muchas maneras de vivir la vida, hay dos que representa­n las tendencias predominan­tes. Son la comedia y la tragedia. Ambas concuerdan en que la historia y el presente son un desarreglo. Frente a esta evidencia ofrecen salidas alejadas.

Un novelista inglés de la primera mitad del XX, Hugh

Seymour Walpole, propuso una hipótesis sobre la idiosincra­sia de quienes se enfilan en una u otra tendencia: “el mundo es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten”.

Según este escritor de origen neozelandé­s, las personas cerebrales reaccionan distinto que las sensitivas frente al desastre de la realidad. Quien reflexiona desde la lógica se rompe la cabeza, pero para soportar la existencia se ríe. Nada es serio, solo el humor acierta al señalar el borde del sinsentido. Subsistimo­s frente a una comedia.

En cambio, quienes en cada paso se juegan la piel son incapaces de soportar la brutalidad. Todo para ellos es una ofensa dirigida al centro de su personalid­ad. Vivir en la tragedia es un martirio, la rebelión es el estado natural de sus vísceras.

Es un hecho que Colombia es comedia y tragedia a la vez. Los viajeros de otras partes no aciertan a entender tanta sangre y discordia en medio de tantas flores, frutas y gente inteligent­e y generosa. En la mañana suben al cielo de la hospitalid­ad para ser atracados en la noche con la guardia abajo.

Se podría especular que las personas cerebrales sufren menos, pues al contemplar los hechos como comedia les dismi- nuyen gravedad y logran dormir sin alacranes. Los apasionado­s, al contrario, serían como jesucristo­s dispuestos a azotes, espinas y cruces para redimir a la humanidad agobiada y doliente.

Vistas las cosas en perspecti- va, es probable que los espectador­es de la comedia despierten un día sofocados debajo del techo derrumbado del teatro. Pasaron por el tiempo sin mayores sobresalto­s, pero se desentendi­eron de las víctimas de los sobresalto­s circundant­es.

Por su parte, los testigos de la tragedia serán recordados como paladines del mejoramien­to del mundo. Muchos de ellos, es verdad, no alcanzarán a ver los frutos de su siembra. Perecerán en el intento después de haber sufrido en vida la escaldadur­a de la piel.

Entre tragedia y comedia, los humanos acumulamos memoria de dichas y tumores. Somos raza dual, contradicc­ión en los términos

Es un hecho que Colombia es comedia y tragedia a la vez. Los viajeros de otras partes no aciertan a entender tanta sangre y discordia en medio de tantas flores y gente generosa.

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