SEÑORITA MARÍA
Saber ver es, digámoslo así, un don. Algo que no se aprende.
Pero esa gracia puede alcanzar una escala superior: saber ver y comunicar lo visto. De ahí nacen las diversas formas del arte (plástica, literatura, música, cine): del cultivo de la técnica y la afinación de la sensibilidad frente al mundo, a la humanidad.
La semana anterior, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, los asistentes presenciaron la que probablemente será la última intervención del autor de ‘Ética para Amador’. Después de la charla del filósofo, el escritor Juan Villoro dijo: “[Fernando] Savater es un mediador entre las ideas más complejas y la vida de la gente”.
El documental ‘Señorita María, la falda de la montaña’ evidencia que Rubén Mendoza (guion, dirección, fotografía, cámara, transporte, etcétera) no solo sabe ver sino que, además, es eso de lo que habla Villoro: un mediador.
El director boyacense de cine transmite pensamientos complejos de forma simple. Y poética.
El documental es un relato limpio que deja de lado la contaminación del amarillismo y de la “opinión” intuitiva (o, peor aún, erudita) que pasa por los medios de comunicación. También prescinde de la reflexión académica, la corrección política, la ciencia, los estudios de género.
La cédula de la protagonista versa: Fuentes Burgos María Luisa. Fecha de nacimiento: 03-ENE-1970. RH A+. Sexo: “M”. ¿”M”? ¿“M” de mujer? La señorita María es una mujer transgénero que vive en la vereda Río de Arriba, municipio de Boavita, Boyacá. Siempre lleva la falda con el ruedo sobre la rodilla. Siembra, ara, corta la leña, cuida los animales. De rodillas, reza ante el altar de la iglesia local, bajo un telón con la inscripción: “La verdad os hará libres”.
La señorita María sueña con que un hombre le haga el amor, gestar un hijo en su vientre, parir. Uno de los momentos más conmovedores es cuando, a media noche, la protagonista asiste el parto de su vaca, ‘Lucero’: con delicadeza, acerca el ternero recién parido a la ubre. De su mano, ‘Buena suerte’ se inicia en el aprendizaje básico de todo mamífero para sobrevivir. (La película, toda, es una pregunta hondísima en torno a la naturaleza).
La señorita María no está sola. Su historia es una polifonía de testigos sin nombre que miran de frente al prejuicio, la soledad, la discriminación.
Aunque le han ofrecido dinero para “hacerla más mujer de lo que es”, María Luisa no se siente preparada: “Yo soy una mujer seria, no voy a vender mi cuerpo por plata”.
La Banda infantil municipal de Boavita acompaña este documental cuyos paisajes andinos permiten que el espectador contemple el idilio clásico que evocan poetas y músicos, aquel que es ajeno a la sordidez, a cualquier intento pretensioso de metáfora.
(Todavía no logro alejar de mí el pensamiento: ¿y si yo, como la señorita María, mujer, de mi edad, hubiera nacido en el cuerpo de un hombre?).
Los espero este jueves, a las 6:45 p. m., en el Mamm, para ver juntos el documental y conversar con Rubén Mendoza
La señorita María no está sola. Su historia es una polifonía de testigos sin nombre que miran de frente al prejuicio, la soledad, la discriminación. El documental es un relato limpio...