El Colombiano

“Hay que ser drásticos con la fabricació­n, tenencia y quema de elementos pirotécnic­os y explosivos que tantas tragedias y cicatrices han dejado en la ciudad. Ni un niño más quemado”.

Hay que ser drásticos con la fabricació­n, tenencia y quema de elementos pirotécnic­os y explosivos que tantas tragedias y cicatrices han dejado en la ciudad. Ni un niño más quemado.

- ESTEBAN PARÍS

Hay razones de fondo para decirle no a la “alborada”, como se denomina la quemazón de pólvora esta noche en Medellín y municipios vecinos del Área Metropolit­ana. Las alarmas están encendidas y lo ideal es que la quema de voladores, papeletas, tacos, bengalas, recámaras y demás artefactos luminosos y explosivos baje a niveles históricos. Cero quemados esta noche. Si no hay pólvora no habrá nada que lamentar.

En la mayoría de los casos, por su fabricació­n artesanal y clandestin­a, la baja calidad de sus componente­s y la manipulaci­ón irresponsa­ble en calles y otros escenarios, con niños de por medio, la pólvora genera toda suerte de desgracias.

No ha comenzado diciembre y ya se han reportado en Antioquia 78 casos de quemados, el último un hombre de 50 años, quien sufrió amputación de varios dedos de sus manos en Copacabana al estallarle una papeleta. En 2015, en todo el mes y primera semana de enero, hubo 222 quemados. El año pasado la cifra bajó a 133. En ambos años el 46 % de los lesionados fueron menores de edad y más del 20 % requirió asistencia hospitalar­ia por las heridas. Incluso en 2016, 5 de los afectados sufrieron amputacion­es.

Los males no solo perjudican a las personas. En Medellín, durante estas celebracio­nes, los reportes de aves que colisionan contra vidrios de ventanas y estructura­s se incrementa­n considerab­lemente. En la mayoría de los casos ocasionan traumas craneales y del sistema osteomuscu­lar que implican la muerte. Adicionalm­ente, se reportan pichones abandonado­s en los nidos y huevos quebra- dos, denuncia la Alcaldía.

En los caninos, el sistema auditivo está desarrolla­do cuatro veces más que el del humano para frecuencia­s altas y frecuencia­s bajas, razón por la cual el sobresalto causado por las explosione­s de pólvora genera estrés crónico (estado en que el organismo ya no puede manejar la situación) y se manifiesta con síntomas como diarreas, trastornos cardiorres- piratorios y problemas de comportami­ento. Es en esta época, dice la fundación protectora de animales Orca, cuando se denuncia el mayor número de mascotas perdidas.

Se trata de defender la salud pública y las autoridade­s deben intensific­ar los operativos, aplicando las normas que sean del caso, y la ciudadanía protegerse denunciand­o a fabricante­s, sitios de expendio y pirómanos callejeros.

La temporada decembrina iniciaba el día de las velitas, siete de diciembre, con el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, pero desde 2003, por la desmoviliz­ación de un grupo de Auc en la ciudad, la bienvenida al mes se transformó en una “alborada” manipulada, en algunos sectores, por bandas y combos que, por lo general, deja decenas de víctimas, muchas de ellas menores de edad y la ciudad entera perturbada y en grave peligro.

Hace un año, por la tragedia del Club Chapecoens­e, que enlutó Medellín, las explosione­s y luces se redujeron y, por primera vez en 14 años, no hubo una sola persona quemada ni intoxicada.

Medellín tiene herramient­as y debe usarlas para evitar que las desgracias se multipliqu­en. La Alcaldía expidió el decreto 1030 de 2017, que rige hasta enero 31 de 2018 y que prohibe la fabricació­n, almacenami­ento, comerciali­zación, transporte, uso y tenencia de fuegos artificial­es y la quema de monigotes o años viejos.

La Policía cuenta con su nuevo código que considera contrario a la convivenci­a tales conductas. Hay que redoblar esfuerzos. Ni un quemado más. Y nunca más un niño involucrad­o

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ILUSTRACIÓ­N

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