El Colombiano

CUIDADO CON EL ÍNDICE

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

Cuando uno es el que desbloquea, vaya y venga. Pero hay veces que la desbloquea­dora es ella, la esposa.

Cuando salga con su celular procure no dormirse. Su dedo índice lo puede traicionar.

Los múltiples oficios del segundo dedo (index, en latín =indicador) están definidos desde el principio de los tiempos.

De lejos es el más expresivo de la banda de los diez. Señala direccione­s y objetos. En el esperanto que hablan los dedos, basta llevar el índice a los labios y se hace el silencio.

¿Desconoce el idioma del país que visita? Su políglota dedo señalará el plato que se engullirá.

Sin el dedo todero, no se podría entrar al edificio o al cuarto del hotel donde nos espera la soledad. En los bancos salimos de pobres previo el accionar del índice. En alguna época la democracia se ejercía metiendo el dedo.

El mundo digital habría que- dado imperfecto sin el valioso aporte de esta prima donna de la mano. En el computador, el índice es de los que más suda los garbanzos sobre el teclado.

En los cumpleaños los impaciente­s no se aguantan las ganas de probar la torta. ¿Con qué dedo lo hacen? ¿Quedó algo tentador en el plato? Arrase con su índice.

“Mientras haya mujeres, habrá poesía”, mientras haya dedo índice, habrá carterista­s. Este dedo tiene una facilidad especial para aligerar al prójimo de su billetera.

Las amas de casa siempre han chalequead­o a sus maridos. Y en los tiempos modernos, los maridos a sus mujeres. Viene en el chip. Ese ritual, mínimo, tiene una centuria. Lo leí en una de esas deliciosas secciones que permiten comparar los tiempos: hace cien años, hace cincuenta, hace…

En “hace cien años”, se publicó recienteme­nte que el Tribunal de relaciones domésticas de Nueva York defendió el derecho de la mujer a esculcar al marido si este no suelta el vil metal. Si se da esta condición, la mujer no podía ser acusada de robo.

Pero también el índice se emplea para desbloquea­r el celular. Lo accionamos y se abren sorpresas y un sinfín de posibilida­des.

Cuando uno es el que desbloquea, vaya y venga. Pero hay veces que la desbloquea­dora es ella, la esposa. Las cosas pasan de castaño a oscuro.

Sucedió hace poco en un vuelo de Qatar Airways que iba de Doha a Dalhi. Todo iba bien para un matrimonio iraní integrado por la pareja y el niño.

El varón domado cayó dormido. Cuando su mujer constató que su proveedor de quincenas roncaba, se las apañó para agarrar el celular y con el índice de su marido, lo desbloqueó. Ahí fue Troya.

La mujer empezó a darse el gran banquete. Resumamos: lo pescó en flagrante infidelida­d. Y lo agarró a pescozones. Fue tal la trifulca a bordo, que el piloto, moderno Salomón, aterrizó en el aeropuerto más cercano, se desembaraz­ó de los pelietas y los que retoman el rumbo entre el viento. Señores (o señoras) ojo con el índice

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