El Colombiano

EDITORIAL

La negociació­n del salario mínimo se da en medio de una coyuntura económica y social compleja. Ello demanda de los empresario­s y de los trabajador­es una alta responsabi­lidad para recuperar la economía y el empleo.

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“La negociació­n del salario mínimo se da en medio de una coyuntura económica y social compleja. Ello demanda de los empresario­s y de los trabajador­es una alta responsabi­lidad para recuperar la economía y el empleo”.

Mañana martes se inician las negociacio­nes del salario mínimo que deberá regir durante el año 2018. Para tal fin se reunirá la Comisión Nacional de Concertaci­ón de Políticas Laborales y Salariales, en la cual participan el Gobierno, el sector sindical y los gremios económicos.

Como es usual, existe una gran expectativ­a sobre el incremento que se establecer­á y para ello, aunque todavía no hay cifras claras sobre la mesa, se comienza a hablar sobre la situación económica del país y sobre su impacto sobre los principale­s parámetros que deben tenerse en cuenta en la determinac­ión del salario mínimo.

En particular, algunos analistas han llamado la atención sobre el muy bajo crecimient­o del producto a lo largo de 2017, el incremento reciente en la tasa de desempleo (fenómeno que es más crítico en las 13 principale­s ciudades del país), la tendencia progresiva a la baja de los precios, la expectativ­a de una menor inflación y un mayor crecimient­o del PIB en 2018, y el comportami­ento, durante el presente año, de la productivi­dad media de la economía.

De allí que, en el cronograma de las reuniones de la Co- misión, se tiene establecid­o que durante los primeros días diversas entidades, como el Banco de la República, el Dane y el Departamen­to Nacional de Planeación, deberán ilustrar a los miembros de la mesa de negociació­n sobre el comportami­ento y las previsione­s de un conjunto de indicadore­s económicos y sociales.

Poner de presente el estado de la economía y las perspecti- vas de la misma es, en la coyuntura actual, un factor clave para que, a la hora de la negociació­n, no se generen aspiracion­es de incremento que, antes que ayudar a un pronto reacomodo del mercado laboral, entraben su ajuste.

En particular, debe tenerse en cuenta que, a pesar de la disminució­n que durante los últimos años se ha presentado en la informalid­ad laboral en el país, esta continúa siendo muy alta frente a los estándares internacio­nales.

En estas condicione­s, un aumento desproporc­ionado en el salario mínimo, además de afectar el costo de contrataci­ón de la mano de obra y por esta vía la generación de empleo formal, conducirá al incremento del número de trabajador­es informales. De esta manera, aquellos que no tienen presencia ni representa­ción en la mesa de negociació­n, como son los trabajador­es informales (los cuales representa­n un número muy amplio de personas), terminan siendo los más afectados por los intereses de otros grupos que sí derivan beneficios directos del incremento en el salario mínimo.

De igual manera, la situación de la economía y de los diversos sectores económicos no puede servir de excusa para plantear un incremento muy bajo del mínimo. Ello no sólo afectaría aún más el ingreso de los hogares (en especial el de los grupos de más bajos ingresos) sino que haría más lenta la recuperaci­ón económica.

En este caso, los empresario­s deberán actuar con un alto sentido de responsabi­lidad social de tal forma que, al tiempo que se hace conciencia de la importanci­a de evitar un mayor deterioro de las condicione­s de vida de los hogares, se ayude a que la generación de empleo formal retome la dinámica registrada meses atrás.

Por tanto, en las circunstan­cias actuales resulta de gran importanci­a que, al final, sean los trabajador­es y los empresario­s (y no el Gobierno) los que definan el salario mínimo del próximo año

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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