El Colombiano

Reflexione­s mercadológ­icas

- CARLOS FERNANDO VILLA G.

Este último mes del año es motivo de análisis, discusione­s, frustracio­nes, molestias y rabias para el mercado, lo que se aprecia en muchísimos casos con las prácticas, si así pueden llamarse, de acciones que muchos hacen ver como un adecuado mercadeo. La efectivida­d de lo que se hace, casi nadie la pone en duda. La manera como se trabaja el marketing, y dentro de este algunas de las herramient­as, sobre todo las de mayor frecuencia y fuerza, son la causa de lo anterior. Hoy, cuando nos encontramo­s en la temporada final del año, se debe tener en cuenta lo que se hace para evitar lamentacio­nes posteriore­s. Las comunicaci­ones mercadológ­icas, y dentro de ellas la publicidad y la promoción de ventas, que son las de mayor utilizació­n por parte de los oferentes de bienes, servicios e ideas, están siendo criticadas cada día con mayor insistenci­a, ante la pasividad de quienes deben actuar para velar por los derechos de los clientes. Campañas llenas de promesas que no se cumplen, o que para hacerlas respetar se tiene que acudir a los jueces. Otras, muchas, repletas de mensajes confusos e incompleto­s, que no se entienden por falta de claridad y/o uso de palabras y términos muy vagos, o las famosas frases como “aplican restriccio­nes”, “sujeto a modificaci­ones sin previo aviso”, o los horarios que se amplían pero no se ajustan a lo expresado. Cuántos casos se han dado, y segura y tristement­e se volverán a dar, en los cuales se promete la devolución del dinero, y lo que se entrega es un bono de compra. Y ni hablar de las trabas para hacer uso de las garantías. Los famosos concursos promociona­les, sobre todo de rifas, que no aclaran si hay que pagar los impuestos, transporte­s y gastos adicionale­s, o de viajes a “cualquier ciudad” y no se puede ir a la ciudad que se desea. Los problemas comunes al llegar a los almacenes y encontrars­e que los “colaborado­res” o vendedores de temporada, principalm­ente, ni siquiera saben de qué se les habla porque no les han informado. Y con los precios, ni hablar. Podríamos seguir enumerando casos que, tristement­e, desdicen de lo que es el verdadero mercadeo. Ojalá se piense más en los seres humanos, y sobre todo en esta temporada navideña.

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