El Colombiano

EL NUEVO IMPOSTOR BIEN PUEDA SEGUIR

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

El episodio burlesco del falso embajador de la India que engañó a mucha gente en Neiva es uno de los numerosos ejemplos útiles para demostrar cómo la viveza y la picardía les ganan a la candidez y el credulismo caracterís­ticos de la idiosincra­sia de incontable­s colombiano­s. El colega Delimiro Moreno

Calderón recordó ayer desde Neiva, en una de sus habituales notas históricas, que el 10 de diciembre se cumplieron 55 años de la aparición de Jaime

Torres, exseminari­sta de Garzón, quien durante cinco días “embauca las autoridade­s y la sociedad del Huila con su simulación; se hace rendir incluso honores militares, y es descubiert­o en un acto oficial en el batallón Tenerife, por un antiguo condiscípu­lo en el Seminario de Garzón”. Torres fue detenido pero muy pronto quedó en libertad “por no haber co- metido delito alguno, aparte de su burla a la ingenuidad de la clase dirigente opita”.

Del caso se han escrito crónicas y artículos. Se produjo una película, al parecer con distorsion­es. Los Tolimenses y otros cantantes grabaron un rajaleña creado por Jorge Villamil, que dice en el coro: “Calcuta, Calcuta, ahí vuelve el embajador. Sumatra, Sumatra, contesta el gobernador”. Y así comienza: “Señores, voy a contarles, lo que en Neiva sucedió: La llegada de la India de un supuesto embajador. Por todas partes practica el yoga y genuflexió­n”.

El citado periodista e historiado­r antioqueño Delimiro Moreno, quien vive en el Huila desde hace más de medio siglo, ha comentado así la nota: “El vergonzoso episodio fue ocasión para que el joven dirigente liberal Guillermo Plazas Alcid, quien actuó como su defensor (de Torres), denunciara en su periódico El Debate no sólo la ingenuidad, sino la torpeza de una clase dirigente abúlica, cuyos funcionari­os ni siquiera aciertan a confirmar con la Cancillerí­a si el charlatán es realmente un embajador; y una sociedad que rinde honores desmesurad­os a un impostor que sorprende aun a los más encopetado­s miembros suyos con sus conocimien­tos de idiomas (dominaba el francés y el inglés, de los cuales era profesor) y de historia”.

En pueblos y ciudades ha habido y seguirá habiendo imitadores, discípulos, émulos del embajador de la India. Sus aventuras se mencionan a la chita callando, porque dan pena. Engatusan con la invención de una larga lista de títulos académicos, oficiales y nobiliario­s. Reciben medallas, banquetes y hospedaje en los mejores hoteles y salen en la prensa, la radio y la televisión y se vuelan en busca de nuevos incautos. Farsante satisfecho atrae más farsantes. Han acrecentad­o el acervo de la picaresca nacional, mejor dicho, de la picardía institucio­nalizada. Y muy pocos burlados escarmient­an. La mayoría, predestina­da a dejarse hipnotizar por los vivos que viven de los bobos, permanece en espera del siguiente embajador

En pueblos y ciudades ha habido y seguirá habiendo imitadores, discípulos, émulos del embajador de la India. Farsante satisfecho atrae más farsantes.

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