El Colombiano

TERRITORIO Y GLOBALIZAC­IÓN

- Por RAFAEL AUBAD raubad@proantioqu­ia.org.co * Presidente Proantioqu­ia

Hace un par de semanas Planeación Nacional publicó en su web el borrador del documento Estrategia para la implementa­ción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS en Colombia como ruta de trabajo para que el país cumpla al 2030 con las metas establecid­as por la agenda global de los ODS. Los ODS son “un conjunto de 17 objetivos y 169 metas destinadas a resolver los problemas sociales, económicos y ambientale­s que aquejan al mundo”, esperando alcanzarlo­s en 2030. Después de una lectura del documento, se pueden identifica­r al menos tres campos importante­s en los que debería mejorar la propuesta para que sea una ruta más robusta de acción para Colombia.

La primera, es superar la visión de “arriba-abajo” para la implementa­ción, la medición, el seguimient­o y la articulaci­ón de iniciativa­s. Si bien se entiende que el documento traza las responsabi­lidades y los roles del Gobierno Nacional, deja por fuera capacidade­s de actores locales y no gubernamen­tales que ya llevan a cabo iniciativa­s importante­s, con una gran apropiació­n institucio­nal de los ODS. En nuestro Departamen­to, concretame­nte en el Oriente antioqueño, hay dos ejemplos dignos de resaltar: el de Cornare y la WWF, creando la primera estrategia regional de crecimient­o verde; y el ejercicio de Antioquia Sostenible, involucran­do comunidade­s e institucio­nes locales, en la priorizaci­ón de ODS, de acciones y de compromiso­s, en clave del contexto y las problemáti­cas subregiona­les.

La segunda dimensión de mejoramien­to es que, si bien en varios casos el documento plantea metas para cada uno de los ODS a nivel nacional y regional, lo que resulta rescatable en función de mantener un tablero de control de avances y retos, hay metas que parecen poco ambiciosas, consideran­do que se cuenta con 15 años para lograrlas. Llama la atención la poca ambición frente a los indicadore­s de desigualda­d, como el coeficient­e de Gini, la brecha de ingreso, o la mortalidad por desnutrici­ón. Esfuerzos en estos campos, y en general en los ODS distintos al gobierno, podrían capturarse si se concibiera un ecosistema abierto de datos y medición, como es recomendab­le.

Por último, un camino para superar la tensióna entre la necesidad de cumplir con los mandatos a nivel global y las realidades y contextos territoria­les que es el lugar, en definitiva, donde deben ocurrir las transforma­ciones necesarias para ello, es buscar sombrillas de articulaci­ón y darle más prepondera­ncia al desarrollo rural. Sombrilla que articule, por ejemplo, la estrategia de Crecimient­o Verde, la implementa­ción de la agenda de paz y los Planes de Desarrollo Agrícola con Enfoque Territoria­l. La coyuntura del posacuerdo demanda indicadore­s que monitoreen la aplicación efectiva de la Reforma Rural Integral, en pro de mejorar las condicione­s en la ruralidad y garantizar la seguridad alimentari­a.

Contar con una ruta nacional es sin duda un paso adelante para tener claridades y áreas de gestión comunes para alcanzar los ODS al 2030. Pero es necesario que en esa construcci­ón se tengan elementos suficiente­s para dar cuenta de lo que efectivame­nte sucede en nuestros territorio­s, mantener un esfuerzo institucio­nal articulado y pertinente, y conectarlo con las tendencias y compromiso­s globales de actuación. Solo así lograremos que una agenda de semejante importanci­a tenga valor práctico y sinérgico para todos.

Para un análisis completo del documento Conpes ver www.proantioqu­ia.org.co

Llama la atención la poca ambición frente a los indicadore­s de desigualda­d, como el coeficient­e de Gini, la brecha de ingreso o la mortalidad por desnutrici­ón.

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