El Colombiano

“LA OFICINA”

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

A mediados de los “felices años 20”, después de aniquilar a todos los clanes mafiosos irlandeses de Chicago, Al Capone se convirtió sin discusión en el “rey del Hampa”. Sus tentáculos se extendían por toda la ciudad, desde las casas de juegos y los prostíbulo­s hasta los tribunales y el mismísimo Ayuntamien­to. Durante al menos un lustro, muchos políticos estadounid­enses se hicieron los de la vista gorda y de paso alimentaro­n sus bolsillos con el pretexto de que Capone había pacificado el mundo del crimen creando un monopolio que hacía asumible la inmundicia de los bajos fondos. Sin embargo, la codicia no conoce límites, y como la historia se empeña en recordar, pactar con el diablo solo trae desgracias. Que se lo digan al “Fausto” de Goethe. Capone, que se creía indestruct­ible, murió de sífilis, más tarado que en sus años mozos, tras pasar ocho años entre rejas. A todo tren, eso sí. Sus compinches y aliados cayeron uno tras otro.

La avidez mafiosa nos lleva a Italia, donde tras la Segunda Guerra Mundial las distintas organizaci­ones se repartiero­n las estructura­s de poder hasta que el fiscal Di Pietro puso fin en los 90 a la llamada “Tangentopo­lis”, el gobierno de los sobornos”, que había dominado la política del país transalpin­o durante al menos tres décadas. En Colombia, Escobar trató de seguir el mismo esquema –a fuerza de talonario y bombas– con peores resultados. La captura de Juan Carlos

Mesa Vallejo, alias “Tom”, jefe de la organizaci­ón criminal “la Oficina” es una bendición para todos. Me incluyo porque, aunque resido a miles de kilómetros de ustedes, tengan por seguro que los brazos de estas redes (clanes, maras y demás) llegan hasta España, donde estos grupos tratan de lavar sus ingresos y pretenden instalarse a través de negocios “legales”. Por no mencionar los cargamento­s de porquería que nos mandan a diario con ayuda de nuestros propios narcos, que los hay, para intoxicar a la juventud más boba de Europa.

Los analistas y “politicast­ros” más sagaces dirán que esta detención no sirve de nada. Que aunque “Tom” duerma hoy en la cárcel de Itagüí, “la Oficina” ya tiene designado un sustituto. Argumentar­án los más sabios del lugar que hacen falta más políticas contra la exclusión social y menos “mano dura”. Curiosamen­te, quienes para todo buscan un “pero” son los mismos que se creen capaces de opinar sobre Cataluña sin tener ni pajolera idea y que cacarean que el Frente Polisario quiere “independiz­ar” el Sáhara Occidental de Marruecos, cosa harto difícil ya que este territorio no forma ni ha formado parte nunca del reino alauí. Estos son exactament­e los mismos que pronostica­ron una sangrienta guerra de combos con la desaparici­ón de Pablo Escobar.

Por eso, sin detenerme en filias o fobias políticas, coincido plenamente con el planteamie­nto que señala el alcalde Gutiérrez, cuando remarca que “nunca podemos ceder a chantajes, presiones o amenazas” ante el temor a una represalia de los pistoleros.

En una entrevista directa del compañero Camilo Trujillo, el regidor advierte al sustituto de “Tom” y a sus secuaces de que “correrán la misma suerte que tuvo su gran jefe”.

Mano dura, alcalde. Y el que quiera dialogar con delincuent­es, maleantes y “yonkis” que los aloje a la puerta de su casa.

Porque aunque hacen falta más integració­n, más oportunida­des y más fondos para combatir las desigualda­des, siempre habrá quien elija los atajos. Quien se vea atraído por el lado oscuro y quien pacte con el diablo porque, simplement­e, no quiere dar un palo al agua. Y a esos bandidos hay que meterlos entre rejas sin desmayo. Para que quede claro que la sociedad no cede al chantaje ni de alta ni de baja intensidad. Porque los héroes y las heroínas de verdad son quienes se dejan el pellejo día a día para llevar el pan a casa con la cabeza alta. No los hampones de mala muerte, el fétido estercoler­o de la Tierra

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