El Colombiano

TEMA DEL DÍA

Una mirada al Polo Norte, donde dicen que vive ese personaje de barba blanca. Allí además se encuentran el eje terrestre y la superficie que poco a poco se queda sin hielo.

- Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ

Ese punto donde todo queda al sur, es la casa de Papá Noel.

No viven renos ni lo recorren trineos, el tiempo allí parece eterno (¿será por eso que Papá Noel se conserva tan bien?) y no tiene habitantes permanente­s.

Es el Polo Norte, la extraña casa que Noel o Santa Claus eligió como morada y en donde, de acuerdo con la tradición de varias culturas occidental­es, empaca sus regalos para distribuir a quienes lo evocan cada diciembre.

Una región fría, helada, que se calienta hasta los cero grados (0 °C) en verano, y que en el invierno, como ahora, desciende a los -40 °C.

Cuentan que allí vive el esquivo Papá Noel. Y contrario al Polo Sur, no es un terreno estable donde repose el hielo, que hoy se derrite a pasos acelerados. No, el Polo Norte es un lugar de hielos cambiantes y es, el geográfico, el punto luego del cual todo lo demás es sur.

Un lugar geográfico inquieto, que no se aquieta nunca, que se bambolea nueve metros en siete años y que no es igual al Polo Norte magnético (ver recuadro), donde la brújula apunta hacia abajo en verticalid­ad perfecta, y que hoy está a unos 800 kilómetros al noroeste, saliendo del área de la isla Ellesmere (Canadá).

En el Polo Norte el eje de la Tierra intersecta la superficie. Latitud 90°, allí todas las líneas longitudin­ales se encuentran y, entonces, el reloj pierde sentido: no hay zona horaria y quienes lo visitan se rigen por cualquier huso.

La región donde el Sol nace en marzo y se oculta en septiembre, en donde en la noche siempre las estrellas permanecen fijas, con la Polaris, a 434 años luz, extendiend­o ese norte hasta el infinito.

Está sobre una endeble masa de hielo de hasta tres metros de grosor, rodeado de territorio­s de diferentes naciones: desde Canadá a Groenlandi­a y Rusia, Estados Unidos, Finlandia, Suecia y Noruega, que poseen territorio­s en el círculo polar ártico, paralelo alrededor del océano Ártico.

Esta es su casa

Papá Noel tiene todo el tiempo para empacar regalos y planear su distribuci­ón. Casi nadie lo molestaría.

Por los hielos cambiantes, la zona no cuenta con bases permanente­s de investigac­ión o de otro tipo, aunque sí hay equipos de monitoreo. Los rusos, por ejemplo, cada año envían un grupo que recoge y analiza los datos básicos. Y establecen bases temporales.

De vez en cuando un oso polar puede visitarlo, o ver en ciertos momentos al charrán ártico, esa prodigiosa ave con la migración más larga del planeta: 69.200 kilómetros de ida y vuelta al sur.

Tiene también más acompañant­es silencioso­s, bajo el piso de hielo. Crustáceos, camarones, anémonas y peces como el bacalao polar. La profundida­d en el Polo alcanza 4.261 metros, más espacio para la vida abajo.

No es el lugar preferido por ballenas, aunque de tanto en tanto se dejan ver.

A Noel podría, a veces, incomodarl­o el ruido de un barco rompehielo­s que avanza con carga u objetivos militares, ruta más favorable que ir hasta Panamá. O de su letargo podría sacarlo el ruido de un avión que vuela alto para acor- tar distancias entre Norteaméri­ca y Europa hacia Asia.

Dado el calentamie­nto global y que el Ártico se calienta al doble que el resto del planeta, la masa de hielo tiende a desaparece­r. Hoy los barcos atraviesan cada vez con mayor facilidad esa barrera.

Papá Noel podría quedarse sin casa y entonces, ¿a dónde ir? Muchos lo acogerían.

En Alaska un poblado central se llama Polo Norte y gustoso lo recibiría, pero no sería el único. Canadá entregó el código postal HOH OHO (en alusión a su carcajada) a la dirección del Polo Norte y Finlandia está en la baraja.

Rovaniemi, capital de la provincia de Laponia, se pro-

clama casa del barbado, habiéndose dicho hace un siglo que el viejo Noel había vivido allí. El pueblo tiene una casa que visitan turistas, ofreciendo una programaci­ón especial en diciembre.

Extraña casa, el Polo, para un señor bonachón entrado en años, una morada que, se dice, fue escogida por el ilustrador norteameri­cano Tho

mas Nast, quien así lo presentó en 1866, cuando no se sabía qué había allí y la blancura de sus hielos resumía el ambiente decembrino de la Navidad.

Polo Norte que, aún hoy, mantiene sus misterios.

Fuentes: Live Science, Nasa, National Geographic, Science Advances

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FOTO SSTOCK Los osos polares son habitantes esporádico­s del Polo Norte, zona de vida escasa.

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