El Colombiano

2017 A TRAVÉS DE PREGUNTAS TÓPICAS

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Una de las varias formas que usan los medios de comunicaci­ón para resumir un año es a través de preguntas como el personaje o el acontecimi­ento del año; las secciones culturales tratan de señalar el libro, el disco o la película del año; recienteme­nte se indaga por la palabra –lo que pone de presente la importanci­a del lenguaje en el mundo contemporá­neo. Haré este ejercicio brevemente para cerrar este 2017.

La palabra del año es corrupción. Si no nos gustan las generalida­des podemos cambiarla por Odebrecht. Es la palabra más importante en Suramérica y en Colombia. En la región fue una palabra con poder que llevó a juicio a expresiden­tes y ministros; tiene tambaleand­o al gobierno peruano. En Colombia fue una palabra sonora, apagada en los recintos de la Fiscalía Ge- neral de la Nación que tocó senadores provincian­os y algunos funcionari­os de segundo nivel pero que no ha llegado a los vestíbulos de la Casa de Nariño.

El acontecimi­ento del año en Colombia fue la desmoviliz­ación de las Farc. Uno puede obnubilars­e con las noticias de la noche que desmienten las de la mañana, pero ese hecho quedará en los libros de la historia mundial como uno de los que alcanzarán el rango de “acontecimi­ento”, es decir, de punto de inflexión en el curso del tiempo. Gracias a él, 2017 tendrá el peso de 1953 o 1991 y no será solo un año más de desgobiern­o. En el mundo, sin dudas, lo es la irrupción de Donald

Trump en la Casa Blanca, con efectos disruptivo­s que pocos se imaginaron en sus detalles. Desde la destrucció­n del seguro de salud para 25 millones de estadounid­enses hasta las medidas sobre clima o internet que afectarán a toda la humanidad. El historiado­r italiano

Enzo Traverso acaba de llamarlo fascista, aclarando que no tiene tras de sí un movimiento fascista; menos aún que el régimen político en el que se inscribe lo sea (“Como europeo, no veo Cataluña como una nación oprimida”, El País, 14.12.17). No me gustan los calificati­vos, aunque este no desentona.

No existe una categoría para el muerto del año; solo a muertes notables alude The New York Times. El final de año debe servir siempre para recordar y agradecer a aquellos que tocaron nuestras vidas. La mente: Tzvetan Todorov, Giovanni Sartori, Daniel Herrera, Luz Gabriela Arango. El corazón: Chuck Berry, Tom Petty, Elkin Ramírez, Chris

Cornell. El espíritu: Sam Shepard. El funcionari­o público del año debió haber sido el Presidente de la República, pudo serlo el Fiscal General de la Nación pero –siempre en mi opinión– fue el Superinten­dente de Industria y Comercio. El mundo se llenó de tantos personajes grises que da lidia encontrar gente de talla; dejarán huella en sus países y regiones Angela Merkel y Xi Jinping, Emmanuel Macron es

apenas una esperanza

La palabra del año es corrupción. Si no nos gustan las generalida­des podemos cambiarla por Odebrecht.

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