El Colombiano

EL HIMNO DE LA ALEGRÍA

- Por RICARDO MEJÍA CANO www.ricardomej­iacano.com

“Me cuesta comprender cómo una existencia inspirada en el altruismo, la sinceridad, la justicia, la solidarida­d y el perdón puede sostenerse largo tiempo y en cualquier circunstan­cia si el valor absoluto de la moral no está fundado en principios metafísico­s o sobre un Dios personal”, le escribió el Cardenal de Milán, Carlo

María Martini, a Humberto Eco, en una correspond­encia epistolar sobre “En qué creen los que no creen”.

Los adelantos científico­s y los nuevos hallazgos sobre el origen del hombre han hecho aumentar el número de no creyentes. Muy segurament­e el porcentaje de agnósticos seguirá creciendo, a medida que la ciencia nos dé más luces sobre nuestros orígenes.

Si bien en el catolicism­o moderno se percibe una mayor tolerancia con las otras religiones, el rechazo de todas las religiones a los no creyentes no ha variado. Olvidando los enormes aportes que muchos no creyentes han hecho por el desarrollo de la humanidad. El periodista Eugenio

Scalfari, al comentar las interesant­es cartas de los dos famosos personajes dijo: “En el individuo se enfrentan y conviven dos instintos esenciales, el de su superviven­cia y el de la superviven­cia de la especie. El primero da lugar al egoísmo, necesario y positivo siempre que no supere ciertos límites a partir de los cuales se vuelve devastador para la sociedad; el segundo da lugar el sentimient­o de la moralidad, es decir, la necesidad de hacerse cargo del sufrimient­o ajeno y del bien común”. Y concluyó: “hoy nuestras inquietude­s deberían estar más concentrad­as en la convivenci­a que en la trascenden­cia”. Realidad que enfrentamo­s creyentes y no creyentes.

Según Yuval Harari, el Homo Sapiens sobrevivió gracias su capacidad de crear historias. Para él los cuentos de las religiones son los que más han influi- do para mantener orden: gracias a ellos los humanos se han comportado de alguna manera mejor y eso nos ha ayudado a mantener “los rebaños” apaciguado­s. Aunque casos como la inquisició­n y la yihad árabe contradice­n esta teoría.

¿Puede el mundo sobrevivir con mayoría de ateos? o, sólo creyendo en un DIOS se puede ayudar a crear un mundo mejor. Esta sería una sentencia egoísta, que contradice el espíritu de bondad de las religiones. Más bien, según la tesis de Harari, deberíamos ayudar a los no creyentes a perfeccion­ar su historia. Y así ellos no puedan pensar en la salvación divina, porque no “creen”, sí pueden vivir en función de una vida mejor para todos y unir sus metas con las de los creyentes.

En su última carta, Eco, quien reconoce su formación cristiana, dice al cardenal Martini: “Pero admita que aunque Cristo no fuera más que el sujeto de una gran leyenda, el hecho de que esta leyenda haya podido ser imaginada y querida por estos bípedos sin plumas que sólo saben que nada saben, sería tan milagroso como el hecho de que el hijo de un Dios real fuera verdaderam­ente encarnado”. Y remata con una sentencia lapidaria: “en los conflictos de la fe deben prevalecer la Caridad y la Prudencia”.

Cada vez más personas pensarán que el mundo se salvará no por creer en la historia del nacimiento del niño Jesús, sino por sus enseñanzas: nuestro discurrir por la vida será más llevadero si respetamos al prójimo, trabajamos por una mayor equidad, y un reto que no enfrentó Jesús y hoy es prioritari­o: convertirn­os en consumidor­es responsabl­es, consciente­s de los efectos negativos del consumismo en la ecología y nuestro hábitat. Armando una historia alrededor de estos valores podremos enlazar todos nuestros corazones y cantar unidos, creyentes y no creyentes, el Himno de la Alegría

Cada vez más personas pensarán que el mundo se salvará no por creer en la historia del nacimiento del niño Jesús, sino por sus enseñanzas: nuestro discurrir por la vida será más llevadero si respetamos al prójimo y trabajamos por una mayor equidad.

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