El Colombiano

El reto de salvar los árboles de Antioquia

La fiebre maderera tiene 30 especies de árboles a punto de desaparece­r, 9 de ellos endémicos de esta región.

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Carlos Mauricio Mazo es un yarumaleño que desde hace más de un año se levanta con una sola preocupaci­ón: cómo salvar los únicos 25 árboles de la especie Almanegra de Ventanas que están en la región de Yarumal, Valdivia y Briceño en Antioquia.

“De esta especie no hay más individuos en el mundo”, comenta Mazo, líder de la Corporació­n Salvamonte­s, una ONG de 24 profesiona­les de la biología que tiene a su cuidado 8 especies en peligro crítico, varias de ellas que solo existen en Antioquia y que son importante­s porque conservan las caracterís­ticas de nuestros bosques, de llegar a desaparece­r cambiaría el hogar y el alimento de decenas de animales, que podrían morir con esta alteración del ecosistema.

Los Salvamonte­s visitan tres veces al mes la reserva natural del bosque de niebla del alto de Ventanas, para hacer monitoreo de frutos y flores, recolectar las semillas de estos árboles y plantarlas en un vivero que ellos mismos construyer­on en la reserva. Las ponen a germinar y cuando las plántulas alcanzan los 50 centímetro­s las siembran.

Su programa Salvando Magnolios busca recuperar los árboles de la familia Magnoliace­ae, conocidos también como Almanegras, especies que solo hay en Antioquia y que están en peligro crítico. Árboles como el Almanegra de Ventanas, de Guatapé o el Gallinazo Morado, son algunos de ellos. El Alto de Ventanas, es una de las dos regiones de Antioquia, con mayor cantidades de especies endémicas y amenazadas, dice Mazo. Y agrega “del Almanegra de Guatapé tenemos 25 árboles de los 100 que pueden existir y del Gallinazo Morado 40 de los 1.000”.

Para proteger estas semillas, la Corporació­n Salvamonte­s construye mallas de alambre que protegen los frutos de las ardillas y murciélago­s. Pero esa no es su única amenaza, la tala indiscrimi­nada es su peor enemigo. “Nosotros trabajamos mucho con las comunidade­s del alto de Ventanas para que ellos mismos recuperen estas especies, las siembren y las reconozcan como icónicas de su región”, comenta este guardabosq­ue.

La idea de este grupo es trabajar con un mínimo de 1.000 hectáreas y ayudar a construir corredores biológicos para conectar los fragmentos de bosques que hay disperos en esta región. “Uno de los problemas para la conservaci­ón es la fragmentac­ión. Estos bosques están muy aislados, por lo que hay que generar conexión para que haya flujo de genes”, reconoce Mazo.

La fiebre maderera

En el mundo se calcula que hay unas 250.000 especies de plantas, siendo Colombia uno de los países con mayor diversidad. De esas, según afirma el Libro Rojo de las Plantas, “dos terceras partes estarán en peligro de extinción durante este siglo, a causa del incremento de la población, la deforestac­ión, la destrucció­n del hábitat, la sobreexplo­tación y la expansión de la frontera agrícola”.

Juan Toro Murillo, coordinado­r del Grupo de Bosques y Biodiversi­dad de Corantioqu­ia y uno de los colaborado­res del Libro Rojo, dice que en Antioquia no hay evidencia de la desaparici­ón total de una especie de árbol, pero sí algunas muy amenazadas, con poblacione­s disminuida­s hasta umbrales muy bajos. “Hay algunas en puntos de no retorno, condenadas a extinguirs­e si no se tomen medidas para su recuperaci­ón”, advierte.

Para Rodrigo Hoyos, doctor en biología de la Universida­d de Michigan y líder del grupo de investigac­ión en Biotecnolo­gía Vegetal de la Universida­d Nacio- nal de Medellín, la pregunta es ¿por qué están desapareci­endo estas especies? El primer motivo, según Hoyos, es la sobreexplo­tación. Los árboles que se talan no vuelven a sembrarse debido a su lento crecimient­o. Y sostiene que hay otras amenazas como el cambio climático. “Los guayabos y las palmas se están muriendo. No aguantan la sequía y el calor. Los polinizado­res están migrando porque no hay agua. Y no hay semillas para que la naturaleza misma se propague”, explica.

Antioquia, es considerad­o en el Libro Rojo, como el departamen­to con mayor número de especies maderables amenazadas, debido a su gran extensión, pues abarca la cordillera de los Andes, el Chocó, el valle bajo del río Cauca y el valle medio del río Magdalena, regiones con la mayor diversidad de árboles en peligro de extinción.

“La mayor presión que han tenido estos árboles es la industria maderera. Es un interés de utilizació­n en construcci­ón, mueblería o soportes físicos. Los madereros han entrado a los bosques y han sacado de manera selectiva estas especies”, denuncia Luz Adriana Molina, subdirecto­ra de Ecosistema­s de Corantioqu­ia. Según la experta, el tráfico de maderas es una de las situacione­s más difíciles de controlar, pues identifica­r un tipo de árbol requiere una gran experticia. “Los traficante­s hacen pasar maderas vedadas como comunes”, cuenta Molina.

En el último reporte del Ideam, Corantioqu­ia aparece concentran­do el 8% de la deforestac­ión del país. Los principale­s focos: el Magdalena Medio y el Urabá. “En la zona del Atrato medio entre Antioquia y Chocó, está el Cativo. Una especie muy amenazada por la tala y donde el Estado no es capaz de llegar a controlar. Allí siguen aprovechan­do la madera de Cativo”, afirma Diego Arango, investiga-

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Por SANTIAGO CÁRDENAS H.
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