El Colombiano

EL SUEÑO DE UN PASAJE LLENO DE FLORES

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Una mujer menuda y llena de energía, así es Rosa Monsalve, que camina de un lado para otro y está pendiente de cada persona que pasa enfrente del local de Flores Veracruz. Nunca se cansa de trabajar y de servir a los que se acercan a su negocio. “La clave de todo es la atención personaliz­ada. La gente puede comprar flores por internet, pero si vienen hasta acá es porque quieren asesoría y comprar algo de calidad”, dice doña Rosa. La floristerí­a, que goza de gran reconocimi­ento en la Placita, es un negocio que comenzó Francisco Ruiz (Qepd), y luego lo continuaro­n sus hijos, primos de Rosa que comenzó a trabajar junto a ellos hace 36 años. Nunca se dedicaron a cultivar las flores, siempre las han recibido de distintos distribuid­ores en el Oriente antioqueño, en San Cristóbal y algunos en Santa Elena. “Para mí trabajar con flores es una emoción, todas me parecen bonitas. Se me daña una y me provoca llorar. Por eso trato siempre que las personas que trabajan en el local tengan el mismo amor y cuidado”, relata. Aunque muchos de los que pasan por el local les dicen que son careras, doña Rosa y su prima Luz Idalia Ruiz se sienten orgullosas de sus produc- tos. Los clientes llaman a Rosa para contarle que las flores les duraron ocho, quince y hasta veinte días. Dice que “el negocio no es para ser millonaria, es un trabajo difícil y en el cual hay que madrugar mucho, pero es una tradición, y me ha permitido vivir sin inconvenie­ntes”. A veces que a final de mes no hay ganancias, cuenta; sin embargo, la situación se compone en temporada, como el día de la madre, que es cuando más flores venden. Gladiolos, pompones, aves de paraíso, pinochos, estrellita­s, crisantemo­s, orquídeas, y exóticos lirios orientales; de toda clase de flores se encuentra en su local, pero aclara que la reina de las flores es la que lleva su nombre. “La rosa es la consentida. Es la más costosa, la que más se vende, y tristement­e es la que menos dura”, cuenta. El sueño de doña Rosa es que alrededor de la Placita, donde se han aglomerado tantas floristerí­as, hubiera un pasaje colorido lleno de claveles, jazmines, dalias, girasoles, hortensias y otras muchas flores que conduzcan al interior del edificio, donde se encuentran las mejores. “Las flores me alegran la vida y a ellas les debo todo lo que tengo”, expresa con una enorme sonrisa.

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