PRESIDENCIA: HABRÁ RIQUEZA PARA ELEGIR
Será la primera vez que se descubra una parrilla de candidatos a la Presidencia de la República tan diversa. Y aunque no tan renovada en asuntos de edad, sí será necesario que cada quien oxigene su discurso, lo oriente a la posibilidad de reeditar la política y el gobierno en el país.
El espectro es amplio: incluye una longitud de onda que atraviesa de la derecha a la izquierda, mientras se pasa por matices de centro, en varias direcciones y alianzas.
Hay una lista de nombres atractiva para gente de todas las edades y miradas sobre ideologías, partidos y movimientos. Se abre una invitación a dejar de lado prejuicios e intolerancias y, más bien sí, a que haya unas elecciones históricas en el sentido en que empiece a decrecer la sombra de la abstención. Para la primera vuelta se vislumbran suficientes llaves y coaliciones, algunas inéditas. Así que piense, luego vote. Participe, elija.
Es la sensación de que la democracia bipartidista y con frecuencia sectaria de los últimos 80 años empieza a quedarse atrás, en los anaqueles de un país otrora encerrado en la estrechez de una política bipolar —puede que terminemos volviendo a lo mismo—, pero que ahora tiene más para elegir en el almacén de las ideas, en los mostradores de los líderes y de sus propuestas.
Para algunos la variedad de fórmulas resulta chocante o estéril. Quisieran quedarse en esa Colombia vieja y domesticada por dos partidos que han ido cumpliendo su vida útil y que, poco a poco, perdieron su representatividad, legitimidad, credibilidad y conexión. Quisieran, ellos, que volviéramos al país de los abuelos que agotaban sus discusiones entre liberales y conservadores, entre gaitanistas y laureanistas, entre lopistas y pastranistas. Quisieran que solo hubiese cabida para aquellos idearios anacrónicos del país que se rascaba la cabeza a machetazos y también a fusil.
Los signos de democratización de los nuevos tiempos no son gran cosa, no son la “modernidad política en pleno”, pero sí invitan a elegir, y elegir muy bien, en medio de la podredumbre y la anomia reinantes. Acabar el desencanto.
No importa que vacíen de sentido la palabra decencia, ella debe ser una importante rectora de la política futura: “Aseo, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa. Recato, honestidad, modestia. Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”. No más cafres.
Afianzar liderazgos que respeten y consulten al ciudadano. No más padres de la patria que desfilan entre patanería, desvergüenza y soberbia. En estas elecciones habrá una mínima, pero cierta oportunidad de lograr cambios
Habrá un rango amplio de fórmulas presidenciales. Una chance histórica.