El Colombiano

2018: INSISTIR EN LO COLECTIVO

- Por RAFAEL AUBAD raubad@proantioqu­ia.org.co

Terminamos 2017 sin antecedent­es en cuanto a retos y oportunida­des como país. La posibilida­d de vivir en un territorio que resuelve sus conflictos mediante el diálogo, al desarmar a las Farc, es una muy buena condición para trazarnos una ruta de construcci­ón de unos acuerdos mínimos por el bienestar de todos. Los efectos más nobles de tal desarme son evidentes: pasamos de 233.874 desplazado­s en 2012 a 48.335 en 2017; y los afectados por minas antiperson­ales, de 770 en 2012 a 58 en 2017.

Sin embargo, en la medida en que no interioric­emos una visión de futuro como parte central de nuestra cultura e idiosincra­sia, tal construcci­ón será muy difícil. Tanto más, si insistimos obsesivame­nte en escarbar desde cada uno en el pasado de los otros, con ánimo simplement­e revanchist­a. Y otros, los menos afortunada- mente, queriendo prolongar el azaroso y deshumaniz­ado conflicto a través del crimen selectivo de los contrarios.

Con los segundos todos los Colombiano­s no deberíamos tener vacilacion­es. Aplicar la máxima de Saramago: “Quieren la guerra, pero no los vamos a dejar en paz”. Así sea un solo exguerrill­ero, líder social, defensor de derechos humanos, funcionari­o, miembro de la fuerza pública, violentado o asesinado, es necesaria la insistenci­a y el respaldo de todos en el funcionami­ento integral del poder del Estado.

Y en cuanto al fortalecim­iento de una cultura de paz, lo primero es respetar los órganos especializ­ados creados por nuestro ordenamien­to jurídico para cerrar los asuntos del pasado como sociedad; obviamente siendo al mismo tiempo muy exigentes en cuanto a su conformaci­ón, calidad de sus pro- cesos y trasparenc­ia de sus decisiones. Un sistema estricto de veeduría ciudadana para que no vayan más allá de sus mandatos: no impunidad con los delitos atroces, verdad objetiva y no repetición. Debemos exigir la mayor sabiduría e imparciali­dad, a todos esos órganos.

Lo segundo es promover una ciudadanía basada en sujetos políticos con capacidad para argumentar y defender sus ideas desde escenarios democrátic­os no violentos. Evitar que nuestras discusione­s sobre el país se polaricen en un marco de argumentos poco elaborados o de la llamada posverdad. No pueden existir lugares y temas vedados; pero siempre con un comportami­ento ético mínimo: aceptar la diferencia.

Hay asuntos vitales que nos pueden unir rápidament­e, sin distingos de ninguna naturaleza. Por ejemplo la denuncia y lucha efectiva con- tra la corrupción. Hechos tan terribles como el robo descarado de los recursos para la alimentaci­ón de los niños y su explotació­n económica y sexual, no admiten vacilacion­es frente a castigos ejemplares. Si no se garantiza el acceso a los derechos humanos fundamenta­les, especialme­nte en la infancia y la adolescenc­ia, será imposible hablar del fin del conflicto y de una Colombia para todos. ¿Alguien no está de acuerdo?

Y estoy seguro que en las necesarias reformas a la justicia, a la prestación de la salud y a la gestión pública, asuntos centrales como nación, nos pondríamos también rápidament­e de acuerdo la mayoría de ciudadanos.

Que no nos llamen en el 2018 a hablar mal de Colombia y de nuestros conciudada­nos. Que nos convoquen a trabajar más todos por una mejor nación

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