LA BUENA NOTICIA DE LA NAVIDAD
La Biblia no señala la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo y durante los primeros tres siglos de la era cristiana la Iglesia no dedicó un tiempo especial a su celebración. Solo desde el siglo IV, cuando el cristianismo fue establecido como religión oficial del imperio romano a partir de la conversión de Constantino, se empezó a celebrar una festividad en la noche del 24 y durante el 25 de diciembre para proclamar al niño Jesús nacido como la Luz del mundo, en lugar de la fiesta pagana que se dedicaba al “nacimiento del sol invicto” con motivo del solsticio de invierno.
La primera vez que aparece en el Evangelio de Lucas el término “buena noticia”, se refie- re al nacimiento de Jesús. Es un anuncio gozoso que no sólo se expresa con una alabanza a Dios, sino además con una bendición para toda la humanidad: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”.
Hay en el relato un detalle muy significativo: la señal por la que puede verificarse esa buena noticia es un niño envuelto en pañales y acostado en un establo.
Porque al Dios Salvador no hay que buscarlo en las alturas inaccesibles, sino en la realidad cercana de lo humano. No se le encuentra en el lujo de los palacios, sino en la pobreza y humildad de un pesebre.
Así como para María y su esposo José “no hubo aloja- miento” y tuvo Jesús que nacer en una pesebrera, también hoy para muchos no hay un lugar donde puedan vivir dignamente y tienen que arreglárselas con sus familias en condiciones de pobreza extrema. En ellos se manifiesta actualmente la presencia de Jesús, el mismo que dijo: “Todo cuanto hicisteis por uno de estos herma- nos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis”.
La celebración de la Navidad no debe quedarse para nosotros en una mera contemplación. Debe llevarnos al compromiso de una existencia vivida de acuerdo con el plan salvador de Dios, que implica una conducta coherente con nuestra fe en Él, mediante nuestras buenas obras.
Así nos dispondremos para la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. Es decir, para nuestro encuentro definitivo con él en la eternidad
La primera vez que aparece en el Evangelio de Lucas el término “buena noticia”, se refiere al nacimiento de Jesús.