El Colombiano

UN BALANCE POLÍTICO DEL 2017

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

Este 2017, al que le resta solo una semana, fue un año de parteaguas en el ámbito de lo político, incluyendo allí lo relacionad­o con la terminació­n del conflicto armado, porque se acentuó la soledad política de un gobierno que entró en su fase final, comenzó con altibajos la implementa­ción de los Acuerdos con las Farc y el inicio de las conversaci­ones formales con el Eln y las fuerzas políticas y candidatos se empezaron a preparar para la disputa electoral de 2018.

Todo gobierno en su fase final empieza a vivir el abandono de sus “aliados”, que comienzan a tomar distancia para no asumir la responsabi­lidad política de su gestión; podemos decir que en Colombia todos son gobiernist­as hasta unos meses antes del final del mandato, en que todos, incluido el partido de gobierno, se vuelven de oposición, cuando tiene el sol a sus espaldas; hasta el día posterior al triunfo electoral en que de nuevo todos se suben al carro del vencedor y se reanuda el ciclo.

Al presidente Santos la historia le reconocerá la decisión política de terminar el conflicto armado con las insurgenci­as más longevas del continente y llegar a un acuerdo final con las Farc, pese a todas las dificultad­es, así como haber sido el primero en haber formalizad­o un proceso de conversaci­ones con el Eln que anda, a pesar de las complejida­des.

Todo eso justifica plenamente el que se le hubiera otorgado el Premio Nobel de Paz. En este año se evidenció lo difícil que es la implementa­ción de lo acordado, en contextos de democracia­s liberales, con poderes formalment­e independie­ntes y con un Estado que históricam­ente ha mostrado la baja capacidad de ejecución de su administra­ción pública y con gobiernos regionales y locales, no solo marginaliz­ados de todo el proceso de construcci­ón de los Acuerdos, sino además con estructura­s administra­tivas débiles.

Pese a ello, el inicio de la implementa­ción no presenta en su primer año un balance negativo, sino agridulce, con avances importante­s en algunos campos y con déficit sentidos en otros. En un contexto de polarizaci­ón que no es ajeno a sociedades en conflicto armado y donde los impactos de este en la sociedad ha producido dolores, heridas y odios que demorará tiempo su superación y que por supuesto hará compleja y larga la tarea de la reconcilia­ción.

En este año se volvió a evidenciar una constante de los últimos tiempos; desconfian­za de sectores de opinión en los partidos políticos, pese a que la realidad internacio­nal muestra que los partidos cumplen un rol fundamenta­l de representa­ción política de lo social -ninguna sociedad se ha inventado un mecanismo sustituto de los mismos-. Por ello proliferar­on los candidatos “por firmas” como una modalidad de presentars­e frente a los electores como ajenos a la actividad partidista y a las prácticas de corrupción que se le asocian -aunque sabemos que muchos escándalos de corrupción son generados por empresa privadas y sus gestores de contratos, recordar Odebrecht-. Los partidos políticos, por su parte se preparan para mostrar en las elecciones de Congreso de marzo próximo que son capaces de movilizar sufragante­s y ganar elecciones.

En las elecciones del próximo año segurament­e veremos de nuevo la importanci­a de los aparatos políticos de los partidos para movilizar electores y cómo progresiva­mente los candidatos por ‘ firmas’ se acercarán a buscar el apoyo de los partidos políticos

En este año se evidenció lo difícil que es la implementa­ción de lo acordado, en contextos de democracia liberales, con poderes formalment­e independie­ntes y con un Estado que históricam­ente ha demostrado la baja capacidad de ejecución de su administra­ción pública.

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