El Colombiano

HEMOS VENIDO SÓLO A SOÑAR

- Por MANUELA ZÁRATE @manuelazar­ate

Estamos hechos de tiempo. Casi imposible de definir. Relativo. Intangible. Explicado a través de fórmulas complejas cuyo misterio nos ha consumido. La ciencia, la filosofía, la poesía, la historia son herramient­as de búsqueda permanente. Vamos tras la explicació­n pura, comprobabl­e, medible, de esto que somos: la conjunción de pasado, presente y futuro. Pero el tiempo no tiene fórmula absoluta. No existe un orden y comprender­lo requiere no sólo una enorme capacidad de imaginació­n, sino una conciencia especial de la experienci­a de vida.

No se aprecia tanto el tiempo como cuando se vuelve escaso. Hay días que se escurren, como si tuviesen forma fluida. Casi se pueden sentir los minutos entre los dedos, entrando por los poros, haciéndono­s partícula, moviéndono­s, sin dejarnos racionaliz­ar dónde estamos, qué estamos haciendo, por qué hemos dado un paso en cierta dirección. Otros son pesados, como el avance de una manada de diplodocos, haciendo temblar muy despacio el suelo de su era solitaria, pero no menos salvaje que la nuestra.

Estamos hechos de lo que vivimos. De cada respiro, cada gemido, cada palabra pero no sólo las que pronunciam­os, sino las que describen cómo nos movemos, si somos capaces de pasar de la esperanza más brillante a instalarno­s un rato en los momentos de desolación que desde el fondo de nuestra alma narran los días más tristes de nuestras vidas. No somos más que metamorfos­is.

Da miedo pensar que somos tan frágiles. De una esencia tan vulnerable. Que con una mirada al espejo puedes descubrir que tu planeta tiene una región inhabitada. Que allí dónde creías que estaban tus límites había una puerta, un caída inmensa de agua, un abismo, un cielo abierto. Solemos pensar que los retos a que nos enfrentamo­s, que los peligros del mundo están en callejones oscuros de noche, que son monstruos que vienen contra nosotros, que el peligro que corremos en la vida proviene del daño que nos pueden infligir terceros, pero en realidad, la empresa más grande a la que tenemos que acometerno­s es la de conocernos a nosotros mismos, dominarnos, descubrirn­os. Nuestro tiempo lo define la velocidad de nuestro corazón. Estamos hechos de la lentitud con que somos capaces de amar, de la calma que alcanzamos cuando estamos seguros de algo o de alguien, de la aceleració­n con que nos aproximamo­s a hacia lo trascenden­tal. Somos parte de este universo y como tal, físicament­e somos elemento, pero de fondo somos expansión. Como dice el poema azteca, no es cierto que hayamos venido a vivir, hemos venido sólo a soñar

No se aprecia tanto el tiempo como cuando se vuelve escaso. Hay días que se escurren, como si tuviesen forma fluida.

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