El Colombiano

Las mentiras viejo son un cuento

Los medios encendiero­n sus alarmas para detectar noticias falsas: un fantasma de vieja data.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Que la mentira es tan antigua como el lenguaje, o casi tanto, es tal vez una de las verdades más incuestion­ables que puedan pronunciar­se. De mentiras está llena la historia de la humanidad. Y las seguimos repitiendo hasta que se vuelven verdades, mentiras verdades oficiales, verdades aceptadas. Como los datos del nacimiento de Jesucristo. Decimos como loros que nació en año cero y que, por tanto, murió en el 33. Hace unos meses el historiado­r Germán Suárez Es

cudero, de la Academia Antioqueña de Historia, hizo notar en estas páginas que Jesucristo nació tres años antes de lo aceptado y murió en el año 30. Y explicó que los cambios de calendario, del Juliano al Gregoriano, hicieron enredar a historiado­res y, tras ellos, a los integrante­s de la iglesia encargados de conformar sus relatos y aniversari­os.

También por cambios de calendario, nos enseñamos a hablar de la Revolución de Octubre, aludiendo a confrontac­iones que sucedieron en noviembre. Y en periodismo, mentiras también han existido siempre. ¿Cuántas veces, por el afán de salir primero con la chiva, en los medios de comunicaci­ón “mataron” a Fidel Castro? Por lo menos cinco. A Gabriel

García Márquez también, antes de que se produjera su muerte natural. Y han “matado” a Lady Gaga, a Britney Spears, que siguen muy vivas, y al papa Juan Pablo II, que después sí murió.

Muy celebrada y repetida en los cursos de periodismo es la transmisió­n radial de Orson We

lles, el 31 de octubre de 1938, en la cual narró la caída de meteoritos sobre Nueva York y, posteriorm­ente, la invasión de marcianos en naves espaciales que derrotaban a las fuerzas estadounid­enses con un “rayo de calor”. Personas salieron a las calles desesperad­as. Aunque no fue una mentira: en la introducci­ón habían anunciado que se trataba de una dramatizac­ión de un hecho ficticio, todos dieron por cierta su locución.

Con los ejemplos mencionado­s se puede hablar de unas mentiras que no son sistemátic­as ni tan malintenci­onadas como las que en los últimos meses pululan en el mundo, engaños que se tuercen para que parezcan verdades, hechos alternativ­os o posverdade­s como las llaman los ideólogos de Donald Trump. Mentiras que son en sí herramient­as de engaño al servicio del poder.

Lo nuevo no es la mentira

De acuerdo con el periodista

Javier Darío Restrepo, las mentiras en el periodismo siempre han existido. “Lo nuevo es la conciencia de que se están emitiendo y que se pueden medir; no el vicio de la mentira”. Y estas, que se divulgan en los medios para beneficio de algún poder, se debe a que quienes ostentan el dominio siempre han querido manejar la verdad.

Esta última idea es la que sostiene la novela de George Orwell 1984, que la crítica clasifica entre la literatura de anticipaci­ón, porque imagina cómo serían las cosas en un futuro. Como lo explica Umberto Eco en el prólogo de la edición de Lumen, el autor se basó en la realidad de mitad de siglo XX, con el nazismo de Hitler, el fascismo de Mussolini y el totalitari­smo de Stalin.

Esto se respalda en algunos ejemplos de la historia. El gobierno de Estados Unidos, durante la presidenci­a de James K.

Polk a mediados del siglo XIX, intentó ampliar su territorio usando la prensa: los periódicos escribían sobre supuestos ataques continuos de tropas mexicanas a sus soldados, para justificar los enfrentami­entos que, años después, darían el fruto de la expansión norteameri­cana.

También el gobierno de ese país del norte atribuyó a los españoles la explosión del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana, en la que perecieron 261 marineros estadounid­enses. Esta versión, difundida por los periódicos, detonó una guerra entre Estados Unidos y España, tras la cual el país norteameri­cano suplantó a los ibéricos en su dominio político sobre la isla. Solo en 1911 se aclararon los hechos. Una estatua en el malecón de la capital cubana lo recuerda.

El arte de la política

Esas mentiras alimentada­s por los dueños del poder fueron mencionada­s en un libro del siglo XVIII, El arte de la política, que se le atribuye a Jonathan Swift, aunque algunos historiado­res literarios creen que fue escrito por un amigo suyo, un médico con igual dominio de la ironía que el escritor. En él compara las mentiras que decían en su tiempo los políticos de un partido con las de otro, durante unas campañas parlamenta­rias, y dice que la mentira “es el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con un buen fin”.

Pocos olvidan que con informacio­nes de que Irak poseía gran cantidad de armas químicas, EE. UU adelantó en 2003 la “guerra preventiva” de la cual todavía quedan consecuenc­ias.

Para la periodista Ana María Cano, el uso sistemátic­o de mentiras para engañar o como herramient­a del poder o arma política, “es un evento más bien reciente”. Aclara que los medios pueden haber mentido siempre, pero que se acuda a la bús- queda de datos falsos, al engaño deliberado, a la tergiversa­ción de la verdad, es un hecho reciente. “Es, cómo decirlo, una perversa artimaña de la ciencia política, un invento que se basa en la credibilid­ad de la mayoría que recibe como verdad casi cualquier informació­n que les llega por las redes o por los medios de comunicaci­ón”.

Javier Darío Restrepo pone un ejemplo: “En la campaña de Trump apareció en redes sociales que el Papa Francisco adhería a este candidato, lo cual era falso. Hubo un millón de personas aplaudiend­o o diciendo me gusta a este asunto, sin tomarse el trabajo de confirmarl­o”.

Javier Darío cree que los periodista­s tienen la obligación de no conformars­e con lo que obtengan con sus cinco sentidos, sino agregar a esto la inteligenc­ia, la imaginació­n y la reflexión. Buscar las conexiones de un hecho con el pasado, el presente y el futuro, es decir: las causas que lo produjeron y los antecedent­es, las circunstan­cias que permitiero­n que ocurriera, y las consecuenc­ias.

Además considera que de todo esto, del afán por detectar las mentiras, los medios pueden salir fortalecid­os

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