EL VERDADERO GOLPE ES DE TRUMP
Cuando la campaña de Donald
Trump fue acusada de divulgar “noticias falsas”, él rápidamente se apropió del término para su propio uso. Los verdaderos proveedores de noticias falsas, dijo él, eran redes de televisión como CNN y periódicos como este.
Ahora, mientras el Sr. Trump y sus aliados parecen estar al borde de organizar un golpe contra las instituciones independientes y la ley -calumniando al consejero especial Robert Mueller y amenazando con una purga del F.B.I.- los partidarios del presidente se están apropiando de una palabra más para ellos mismos. La investigación del Sr. Mueller tiene como objetivo “destruir” la presidencia de Trump “con fines políticos partidistas y privar de derechos a millones de votantes estadounidenses”, afirmó el sábado el presentador de Fox News Jesse Watters. “Tenemos un golpe en nuestras manos en Estados Unidos”.
Esto marca una nueva era en la política americana. El partido republicano ya no solo está confundiendo la verdad o defendiendo al presidente cuando es acusado de hacer mal. En cambio el Sr. Trump, Fox News y los republicanos en el Congreso parecen estar activamente usando falsedades para preparar un asalto contra las instituciones que permiten funcionar a la democracia americana.
En todas las democracias, los políticos ocasionalmente mienten para cubrir escándalos o exagerar sus logros legislativos. En EE.UU., el ascenso de los medios noticiosos de la derecha ha tentado a los políticos para que se dirijan a sus mismos apoyantes sin preocuparse por si su retórica es inflamatoria o justa. Pero la construcción de una realidad alternativa que obvia la posibilidad misma de conducir la política sobre la base de la verdad es una novedad en este país. Y cada vez es más obvio que tendrá un propósito claro: abonar el terreno para violaciones atroces de las normas democráticas básicas.
Una vez que una serie de palabras es considerada tan cierta como cualquier otra, cualquier acción parece ser tan legítima como cualquier otra. Un momento, el Sr. Mueller es un servidor público respetado liderando una investigación importante por petición del Departamento de Justicia. El siguiente está planeando un golpe -posiblemente cometiendo traición, un crimen por el que la ley exige la pena de muerte. De la misma forma, el Sr. Trump, en un momento, estaría escandalosamente sobrepasando los límites de su legítima autoridad al despedir al Sr. Mueller o perdonar a sus colaboradores más cercanos. Al momento siguiente, estaría defendiendo valientemente a la República.
Lo más confuso de estas reclamaciones es lo obviamente ridículas que son. El Sr. Mueller, por ejemplo, es un republicano que fue nombrado director del FBI por George W. Bush. Y sin embargo ahora está siendo calumniado como un títere demócrata dispuesto a sabotear el Partido Republicano.
Una persona que dice una mentira es fácil de demostrar que es un mentiroso. Pero cien personas diciendo miles de mentiras rápidamente agotan la habilidad de los medios noticiosos para desmentir cada reclamación, y de los ciudadanos para mantenerse al tanto de todos los escándalos reales e inventados.
Esta es la misma estrategia que populistas autoritaristas por mucho tiempo han usado para atacar a las instituciones democráticas. El Presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, por ejemplo, ha pasado el último año llamando criminales, terroristas y golpistas a los periodistas. El Primer Ministro
Narendra Modi de la India acusó a Manmohan Singh, un exprimer ministro, de estar en un complot con Pakistán.
La rápida degeneración de la esfera pública en Turquía, India y Hungría nos puede enseñar dos lecciones importantes: Primero, arriba puede convertirse en abajo e investigaciones legítimas se pueden volver supuestos golpes si sólo unos pocos políticos y periodistas son lo suficientemente desvergonzados como para repetir mentiras una y otra vez. Segundo, y más importante, estas mentiras pueden justificar una toma de poder por parte del ejecutivo solo si muchos más políticos y periodistas están dispuestos a quedarse quietos en lugar de llamar a esas calumnias escandalosas lo que son.
Esta es la razón por la cual los expertos y políticos que han ayudado a deslegitimar al Sr. Mueller y su investigación en las últimas semanas se están convirtiendo en cómplices activos en un ataque deliberado contra nuestra democracia.
Pero también es la razón por la que aquellos que no han condenado estos ataques, como Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, y Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, son igualmente culpables