FALTA ES UN LÍDER CONTRA EL RELAJO
Un europeo que ha seguido viniendo a Colombia cada año vive encantado con nuestro país. Lo que mejor lo hace sentir es el relajo. Aquí puede hacer lo que en su disciplinada nación le está prohibido y le es sancionado sin escapatoria. El relajo es la consecuencia de “aflojar, laxar o ablandar”, de “hacer menos severa o rigurosa la observancia de las leyes, reglas, estatutos”, de entregarse a un estado de abandono y despreocupación. La única ley que rige es la de inercia.
No creo que el relajo esté grabado en el ADN de los colombianos. Pero sí es una característica predominante. Y se ha multiplicado, agravado, arraigado, hasta el extremo de que hoy en día puede catalogarse como el peor de todos los factores de degradación. La corrupción, la costumbre de hacer la ley con la trampa, la acracia o negación de las normas, en fin, todos los elementos de la inseguridad legal y ética, se amontonan para amasar un Estado caótico.
Así lo definió en estos días el profesor José Gregorio
Hernández al comentar cómo la Constitución se ha vuelto “un juguete en manos de un funcionario menor” y concluir: “Ya no podemos hablar de un Estado de Derecho. Las que ahora se imponen son las vías de hecho. Predomina lo fáctico sobre lo normativo. La separación de funciones, la independencia y el equilibrio entre las ramas y órganos del poder público han desaparecido”.
El año que viene debería ser el de la asunción, por fin, de serias responsabilidades cívicas y políticas. Los ciudadanos debemos elegir a un líder y unos representantes que ofrezcan garantías de frenar el envilecimiento de las normas jurídicas y éticas, el imperio del caos y el relajo a que nos han precipitado el desgobierno y la picardía que, insisto, es la palabra del año. El historiador británico
Niall Ferguson ha señalado en La gran degeneración que la civilización occidental está degradándose por el deterioro alarmante del gobierno representativo, el imperio de la ley y la sociedad civil y el libre mercado, que solían ser los cuatro pilares de las sociedades occidentales. Este país nuestro parece el laboratorio de la decadencia institucional, Tales elementos son cada hora mucho más lejanos y ajenos que en Europa y Estados Unidos.
Aquí faltan un líder y un proyecto de país contra el relajo, contra el envilecimiento institucional, por el respeto libre, consciente y responsable a las normas jurídicas y éticas. Pero se ha acentuado tanto esa caída, que tengo mis dudas: ¿Ha sido tan corrosivo, tan destructivo el relajo instituido, que para el relevo en el poder podría estar señalado, por la comodidad de la ley de inercia, el candidato que ofrezca mayores posibilidades de intensificar el caos?
Los ciudadanos debemos elegir a un líder y unos representantes que ofrezcan garantías de frenar el envilecimiento de las normas jurídicas y éticas, el imperio del caos y el relajo a que nos han precipitado.