¿O CRIMINALES O CIUDADANOS?
La democracia participativa y republicana que es la alternativa que nos queda ante el fracaso de la democracia representativa en Colombia dice que la política debe subordinarse a la moral a través del derecho. La consecuencia de esta inclinación de la política ante la moral y el derecho es la creación de las condiciones que hagan viable tanto la libertad como la justicia.
Una política que se subordine a la moral es una política virtuosa, justa, buena. El hombre político es aquel que busca la realización del bien supremo para su sociedad. El fin de la política, escribió Aristóteles, “es el mejor bien, y la política pone el mayor cuidado en hacer a los ciudadanos de una cierta cualidad, esto es buenos y capaces de acciones nobles”.
Maquiavelo consideró que gracias a la virtud ordenadora que poseen algunos hombres, los hombres virtuosos, es posible que una sociedad salga de una situación de crisis o de anarquía. Estas son concepciones clásicas de la política que tiene sentido confrontarlas con las prácticas de nuestros legisladores y jueces para ver cómo salir de este abismo.
En Colombia la política y la justicia se han degradado de forma impresionante en los últimos años. El neoliberalismo ha cumplido su tarea configurando todos los aspectos de la vida en términos económicos y así ha anulado elementos básicos de la democracia. Pero esta mutación de la democracia en algo económico ha generado otro asunto: la lucha por la competencia ha conducido a que los políticos y jueces recurran a la expoliación del Estado. Y esto lo han hecho en dimensiones desproporcionadas. Hablamos de la gran corrupción. Agro Ingreso Seguro, Interbolsa, Odebrecht, cartel de la toga. ¿Cómo es posible que a pesar de esta debacle moral que vive la casta política y judicial aparezcan en las listas de candidatos a Senado y Cámara familiares de parapolíticos, personas con antecedentes criminales, relacionadas con narcotraficantes, e involucradas en el escándalo de Odebrecht, y frente a esto Vargas Lleras, Álvaro Uribe, Aurelio Iragorri y César Gaviria
no se inmuten?
¿Qué es esto? ¿Cinismo, desvergüenza, desinterés total por la sociedad y por la opinión pública? Frente a esta situación, ¿cuál sería la alternativa? Solo hay una: ir hacia un nuevo tipo de sociedad, completamente diferente a la actual. Una en la cual la política esté subordinada a la moral y al derecho. Platón estableció que una Polis buena la constituye la unidad de cuatro virtudes: sabiduría, valentía, moderación y justicia. ¿Por qué doctores Vargas Lleras y cía., para hacer las listas no hacen uso de estas virtudes aristotélicas en vez de las antivirtudes: corrupción, robo, narcotráfico, paramilitarismo? La política, no puede guiarse por el principio instrumental: el fin excusa los medios. Aristóteles consideró que el fin de la política es el “bien común”, que quiere decir que las personas que viven y trabajan juntas deben poder vivir una vida buena. ¿No tenemos el derecho a tener un país en el que los ciudadanos puedan ser buenos y capaces de acciones nobles?
Solo hay una alternativa: un tipo de sociedad en la cual la política esté subordinada a la moral y al derecho.