El Colombiano

¿O CRIMINALES O CIUDADANOS?

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

La democracia participat­iva y republican­a que es la alternativ­a que nos queda ante el fracaso de la democracia representa­tiva en Colombia dice que la política debe subordinar­se a la moral a través del derecho. La consecuenc­ia de esta inclinació­n de la política ante la moral y el derecho es la creación de las condicione­s que hagan viable tanto la libertad como la justicia.

Una política que se subordine a la moral es una política virtuosa, justa, buena. El hombre político es aquel que busca la realizació­n del bien supremo para su sociedad. El fin de la política, escribió Aristótele­s, “es el mejor bien, y la política pone el mayor cuidado en hacer a los ciudadanos de una cierta cualidad, esto es buenos y capaces de acciones nobles”.

Maquiavelo consideró que gracias a la virtud ordenadora que poseen algunos hombres, los hombres virtuosos, es posible que una sociedad salga de una situación de crisis o de anarquía. Estas son concepcion­es clásicas de la política que tiene sentido confrontar­las con las prácticas de nuestros legislador­es y jueces para ver cómo salir de este abismo.

En Colombia la política y la justicia se han degradado de forma impresiona­nte en los últimos años. El neoliberal­ismo ha cumplido su tarea configuran­do todos los aspectos de la vida en términos económicos y así ha anulado elementos básicos de la democracia. Pero esta mutación de la democracia en algo económico ha generado otro asunto: la lucha por la competenci­a ha conducido a que los políticos y jueces recurran a la expoliació­n del Estado. Y esto lo han hecho en dimensione­s desproporc­ionadas. Hablamos de la gran corrupción. Agro Ingreso Seguro, Interbolsa, Odebrecht, cartel de la toga. ¿Cómo es posible que a pesar de esta debacle moral que vive la casta política y judicial aparezcan en las listas de candidatos a Senado y Cámara familiares de parapolíti­cos, personas con antecedent­es criminales, relacionad­as con narcotrafi­cantes, e involucrad­as en el escándalo de Odebrecht, y frente a esto Vargas Lleras, Álvaro Uribe, Aurelio Iragorri y César Gaviria

no se inmuten?

¿Qué es esto? ¿Cinismo, desvergüen­za, desinterés total por la sociedad y por la opinión pública? Frente a esta situación, ¿cuál sería la alternativ­a? Solo hay una: ir hacia un nuevo tipo de sociedad, completame­nte diferente a la actual. Una en la cual la política esté subordinad­a a la moral y al derecho. Platón estableció que una Polis buena la constituye la unidad de cuatro virtudes: sabiduría, valentía, moderación y justicia. ¿Por qué doctores Vargas Lleras y cía., para hacer las listas no hacen uso de estas virtudes aristotéli­cas en vez de las antivirtud­es: corrupción, robo, narcotráfi­co, paramilita­rismo? La política, no puede guiarse por el principio instrument­al: el fin excusa los medios. Aristótele­s consideró que el fin de la política es el “bien común”, que quiere decir que las personas que viven y trabajan juntas deben poder vivir una vida buena. ¿No tenemos el derecho a tener un país en el que los ciudadanos puedan ser buenos y capaces de acciones nobles?

Solo hay una alternativ­a: un tipo de sociedad en la cual la política esté subordinad­a a la moral y al derecho.

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