NAVIDAD Y CUMPLIDOS POSTIZOS
Una fórmula es el reemplazo del pensamiento. Toda receta se deja repetir hasta el infinito. Los mismos ingredientes, mezclados de idéntico modo, sometidos al fuego monótono de siempre. El cliché es el molde de donde sale el aburrimiento.
Pues esta es la enfermedad de los saludos de Navidad y año nuevo. Antiguamente había tarjetas impresas con ilustraciones llenas de nieve, trineos, estrellas de cinco picos, animalitos algodonados. Eso se acabó. Internet echó mano de los sentimientos obligatorios. El wasap facilita hoy el bombardeo instantáneo de felicitaciones y deseos.
Los reyes de la contemporánea molienda melosa son los cantantes norteamericanos. Videos de tres a cuatro minutos en escenarios alumbrados con velas son ocasión de lucimiento de estos artistas ataviados de esmoquin, que alternan con damas de traje largo y embeleso plástico.
Las animaciones van en segundo lugar de preferencias. Casi todas cuentan con animalitos inocentes que vuelan, bailan, cantan. En el fondo suenan orquestas de villancicos que llevan trescientos años alabando las ingenuidades del pesebre.
En ocasiones el lápiz del ilustrador asume protagonismo. Pinta figuritas humanas que suben y bajan del cielo a la tierra merced a cuerdas milagrosas. Los muñecos cantan a la amistad de todos con todas. Refuerzan estereotipos de amor, ilusión, radiantes pajaritos de oro.
Los textos se contagian de doble cursilería: letras doradas que fulguran y lugares comunes existentes desde hace dos mil años. Invariablemente aluden a la felicidad de la nochebuena, a la prosperidad del año, a la salud, dinero y amor que han de venir con el próximo futuro de chocolate.
Como salen de los hornos del lugar común, estas expresiones benevolentes se envían a grupos, familia, amigos, clien- tes, empleados de la empresa, quienes quedan homogeneizados en el vasto amasijo navideño de natilla y buñuelos.
¿Qué hace la gente con la creatividad, esa facultad que odia la rutina, la generalización y la reiteración de lo mismo para los mismos y las mismas? ¡Horror! La originalidad, la captación del detalle único que identifica a cada destinatario, es una rarísima avis.
Muy pocos esfuerzan las circunvoluciones cerebrales para producir la palabra que valga oro en estas épocas. La fórmula, el video, el barbado muñeco rojo que viene de la nieve hacen añicos la virtud de un saludo personalizado
¿Qué hace la gente con la creatividad, esa facultad que odia la rutina, la generalización y la reiteración de lo mismo para los mismos?