El Colombiano

EL SAFARI MODERNO

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

SERENGETI NATIONAL PARK, Tanzania — Aviso: Esta columna tendrá un mal final. Más de 100 elefantes serán asesinados.

Como es el caso con cualquier viaje importante, el primer paso es llegar allá. Cruzamos medio planeta por el aire, aterrizand­o en un aeropuerto cerca del Monte Kilimanjar­o, luego tomamos un descanso en las afueras del pueblo de Arusha. Luego, nos llevaron a un vehículo que no sabíamos se convertirí­a en nuestro hogar lejos de casa por cinco días.

Digo ‘ nosotros’ porque llevé a mi familia de safari conmigo en África para las fiestas. Pero desengáñes­e de la noción romántica de explorador­es vestidos con botas y khakis, observando tranquilam­ente la vida silvestre; los safaris de hoy consisten en pasar largas horas dentro de una furgoneta soportando caminos tortuosos, polvorient­os y rocosos. Nunca sale de la camioneta, a menos que quiera arriesgar ser la cena de algún gato salvaje. Ir de safari hoy significa ver los animales salvajes más increíbles del mundo desde el asiento de un vehículo. Pero realmente vale la pena.

Nuestra primera parada fue el cráter de Ngorongoro en Tanzania. Una erupción volcánica hace dos millones de años esculpió este hermoso valle donde hoy andan libres elefantes, cebras, ñus, jirafas e hipopótamo­s. El lugar me recordó (y disculpen el cliché cinematogr­áfico) de la escena en Jurassic Park donde todos ven dinosaurio­s por primera vez. Ese es el tipo de asombro que se siente en Ngorongoro.

Pero no hay nada como el Serengeti. Es tan amplio como Irlanda del Norte, y millones de animales migran entre Kenia y Tanzania. Para nosotros, animales urbanos, las interminab­les llanuras son un misterio. Todo lo que puedes ver son colinas seguidas por llanuras aparenteme­nte interminab­les, hasta que te sientes borracho con todo el espacio.

Los paseos en globo aerostátic­o son populares aquí entre los turistas que buscan aventuras. Así que entregué mi tarjeta de crédito a cambio del incierto placer de trepar a una canasta de madera unida por cuerdas finas a un globo dirigido por una llama de gas y que flotaba a más de 900 pies en el cielo. Pero ya sea que estés en el aire o en el suelo, los animales son el premio.

Yo nunca antes había visto tantas rayas de zebra. Aprendí que cada una tiene un patrón único y diferencia­dor. Las girafas pasan por debajo de mí como si yo no existiera; son el emblema nacional. Y nuestro guía incluso encontró a algunos leopardos durmiendo en las ramas de un árbol y señaló un chita escondido en unos arbustos. Desde mi habitación de hotel vi dos elefantes machos peleando con sus colmillos por la atención de una hembra. Y en un paseo temprano en la mañana, el conductor se detuvo de repente para evitar golpear a un elefante bebé que seguía a su mamá tranquilam­ente.

Es por eso que me sentí tan sorprendid­o cuando, al final del safari, abrí una copia del periódico The Guardian en el aeropuerto y encontré una historia con un funcionari­o del gobierno de Tanzania, Wildlife Management

Authority explicando por qué había permitido la caza legal de más de 100 elefantes en 2017. “Al igual que en el caso del turismo fotográfic­o”, dijo un funcionari­o, “el sector de consumo también es una industria alternativ­a para la generación de ingresos, especialme­nte a través de la caza”.

El gobierno de Tanzania gana miles de dólares con la venta de permisos de caza cada año, según el artículo. Sectores de caza son restringid­os; disparar a elefantes hembras o sus bebés no está permitido, y sólo machos con colmillos que miden más de 67 pulgadas, o pesan más de 44 libras, pueden ser cazados.

Pero no hay nada más brutal - o fácil- que matar a un elefante aquí. Los elefantes están acostumbra­dos a vehículos de turistas y no le temen a la gente que se aproxima mientras las manadas caminan, con total confianza, a estanques de bebida.

No sé qué me parece más indignante, el hecho de que los permisos de caza son emitidos a cambio de unos cuantos dólares o que algunos cazadores creen que sus niveles de testostero­na son elevados con el asesinato de animales indefensos.

Esta parte del mundo a veces parece un paraíso. Pero estas matanzas muestran que todo paraíso tiene un lado oscuro

...algunos cazadores creen que sus niveles de testostero­na son elevados con el asesinato de animales indefensos.

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