ANÁLISIS Este sistema penal no tiene una pedagogía
Desde hace varios años, cambiamos nuestro sistema penal y lo importamos. El nuestro era inquisitivo, de corte francés e implementado desde principios de siglo, pero por sugerencia –por no decir imposición– de los EE. UU., pasamos a uno acusatorio. Esto supone toda una cultura de negociación, donde la Fiscalía pacta con el delincuente y hay múltiples rebajas acumulables. Por eso hay penas que resultan ser supremamente benévolas, como la de Gabriel García Morales. Sin embargo, aquí no se está haciendo distinto que cumplir la ley, pero culturalmente no hemos podido entender eso. Por eso, con cada negociación la gente se indigna. Los jueces no hacen cosa distinta que cumplir la ley y si no gusta, pues devolvámonos al antiguo sistema, porque este se basa en negociación de todo con la Fiscalía. Frente a las diferencias con delitos como robarse una bicicleta, ocurre porque en Colombia la gente sin recursos no tiene cómo hacerse a un abogado. El Estado está en mora de un servicio social de defensa eficiente para las personas que no tienen recursos, para que puedan enfrentar bien los juicios y no terminen con penas desproporcionadas. Pero hace parte del mismo problema: implantamos un sistema al que no le hicimos la pedagogía adecuada. No solo eso, también estamos en mora de reformular la Fiscalía, que es un sujeto procesal y, con el respeto que merecen, están usando sus cargos para generar opinión. Parece que estuvieran en campaña. Hay que ser más eficaz, prudente y menos rimbombante.