El Colombiano

EDITORIAL

La protesta fue infiltrada por grupos interesado­s en sembrar el caos. No puede cederse frente a los actos de violencia que desnatural­izan toda manifestac­ión ciudadana.

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“La protesta fue infiltrada por grupos interesado­s en sembrar el caos. No puede cederse frente a los actos de violencia que desnatural­izan toda manifestac­ión ciudadana”.

Lamentable, desde donde se le mire, que la entrega de la Transversa­l de las Américas a los habitantes de los 11 municipios de Urabá, unas 600.000 personas, esté convertida en un problema de orden público, que tiene paralizada la región, con enormes afectacion­es y pérdidas económicas para su población, economía, transporte y miles de familias de Antioquia y otros departamen­tos que habían elegido los paraísos naturales urabaenses para disfrutar del actual periodo vacacional.

No obstante el nuevo momento de Urabá, que la proyecta como una de las regiones más promisoria­s del país, la misma no deja de ser un polvorín, utilizado por la delincuenc­ia común y organizada para desnatural­izar toda protesta ciudadana, hecho que exige la máxima atención e inteligenc­ia de los gobiernos Nacional, departamen­tal, alcaldías, gremios e institucio­nes para frenarlos y superar la crisis que hoy se presenta.

Lo que empezó como un “paro cívico pacífico” desembocó en actos de vandalismo para rechazar la instalació­n de “tres peajes”, que habían sido debidament­e socializad­o con algunas comunidade­s, fuerzas vivas y pactados con la constructo­ra Sociedad Vías de las Américas, entre Necoclí, en el norte, y Carepa, en el sur de Eje Bananero.

El movimiento cívico fue promovido por el Comité de Iniciativa Ciudadana, del que hacen parte comerciant­es, líderes sociales, transporta­dores, empresario­s (...) Sin embargo, el pasado miércoles, ante el desborde del mismo, la orden de paro fue levantada, pero sin duda, grupos violentos como el “clan del Golfo” y otros bloques, estos sí, interesado­s en el desmonte de los cobros, infiltraro­n la protesta y desvirtuar­on su sentido hasta convertirl­a en una asonada contra la fuerza pública. En la misma, hasta este fin de semana registraba la muerte de un joven y varias personas heridas, entre ellas un oficial de la Policía.

Los vándalos también destruyero­n dos de las casetas para el cobro de peajes, obligaron al cierre de negocios, amenazan a todo el que se les oponga, saquearon establecim­ientos públicos y privados, quemaron vehí- culos y atacaron funcionari­os como el alcalde de Chigorodó, Daniel Álvarez, quien estuvo a punto de ser linchado cuando intentó dialogar con una turba que asaltó y prendió fuego a su despacho. También fue atacada la sede de la alcaldía de Carepa, que sufrió serios daños.

La mayoría de los vándalos, así lo ha demostrado la Policía y otras autoridade­s, son jóvenes encapuchad­os, muchos de ellos menores de edad e incluso niños, utilizados para avivar el caos.

Todo proyecto conlleva unos costos y compromiso­s. Los peajes pactados con el concesiona­rio garantizan el manejo financiero del mismo y su mantenimie­nto en el tiempo.

La Transversa­l de las Américas, con una inversión de $1,6 billones, cruza toda la costa Caribe y crea una red vial directa entre Colombia y Venezuela; la Costa Atlántica con las megavías de la troncal Occidental, en Caucasia y el Magdalena Medio, en la Ruta del Sol, y une a Urabá con las Autopistas de la Prosperida­d y sus puertos hoy en construcci­ón.

Sin duda, por sus especifica­ciones técnicas y cubrimient­o nacional es uno de los proyectos viales más importante­s de la historia de Antioquia y Colombia, y Urabá será protagonis­ta por su posición privilegia­da en el mismo.

Frente a la violencia no puede cederse. El desarrollo de Urabá, del que la Transversa­l será protagonis­ta indiscutib­le debe continuar.

Si duda, nos duele la suerte de Urabá, estamos convencido­s de su futuro promisorio, un proyecto en el que EL COLOMBIANO ha estado comprometi­do desde sus inicios hace ya 106 años

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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